domingo, 15 de noviembre de 2009

CATORCE

Yo finalmente no sé qué quiere decir que a uno le guste una mujer. No sé, a la larga, lo que me pasa cuando una mujer realmente me gusta, ni cuánto tiene que gustarme para estar interesado en ella. Puede ser que algún fragmento de su cuerpo, algo que diga o haga, accione un interruptor que según parece está ubicado un poco más al norte del píloro, y que provoca que el usuario esté dispuesto a cometer acciones que hasta entonces le hubieran parecido estúpidas, por absurdas: Jurar. Comprometerse. Escribir encendidos y eternos mensajes electrónicos. Hablar durante horas por teléfono y gastarse fortunas en esas llamadas telefónicas, subir montañas, ir a la guerra… O perder los escrúpulos y caer en vicios tan viejos como la humanidad: la pasión, la venganza o la traición.

De cualquier modo, ocurre. Cuando menos se espera. Y nadie está verdaderamente preparado para ello.


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