domingo, 20 de abril de 2008

ONCE

A Angelita su novio no le contesta el teléfono


Desde que se levantó, el día comenzó desbisagrado. Hay días así, en que nada sale bien, ni siquiera darle vuelta a la tapa de una botella. Cuando se despertó en la madrugada, trató de tomar un trago de agua, su mano somnolienta tropezó con el vaso y derramó lo que le quedaba, sólo un poco, pero tuvo que levantarse al baño para ir por una toalla y, finalmente, tomar tres tragos directamente de la llave. Después, cuando se preparaba para irse al almacén, trató de cerrar cuatro veces la botella de agua que siempre llevaba dentro de su bolso antes de lograrlo.

Poco movimiento hubo en el almacén ese día, y tuvo que cerrar más temprano, justo antes de que llegaran sus clientes habituales, debido a que debía estar a las cuatro en el consultorio de su médico para hacerse una nueva ecografía. Por lo menos se encontraría allá con Sandro antes del examen: odiaba ir al médico, mucho más ahora, cuando todo lo que tuviera que ver con el desarrollo de su hijo le despertaba un miedo visceral. Pero no había caso; era imprescindible chequear periódicamente su embarazo, y Sandro se había ofrecido, no solamente a recogerla, sino a estar con ella durante el examen.

Llegó al consultorio, saludó a la enfermera, dio sus datos y se sentó en el viejo sillón de cuero que había en un lado de la sala. Sólo había dos mujeres más, y se saludaron con una sonrisa formalmente cómplice, como si fueran vecinas o pertenecieran a la misma tribu. Tomó, después de fallar una vez —¿qué era lo que pasaba con sus manos hoy, por Dios?— , una de las revistas de la mesa y miró el reloj de la pantalla que anunciaba las citas del consultorio. Casi las cuatro. Sandro debía de estar por llegar. Trató de leer un artículo. Abrió al azar y se encontró con el horóscopo. “Aries: su vida conyugal está a punto de sufrir un cambio radical. Sea paciente. Recuerde que los hombres siempre son hombres y las mujeres, mujeres, y que…”. Cerró la revista. No estaba de humor. ¿Por qué no llegaba Sandro? Quería que se sentara a su lado y que la abrazara para que ella pudiera cerrar lo ojos.

Sacó el teléfono del bolsillo de la chaqueta y marcó el número. Esperó. Nada. Buzón de mensajes. Era probable que Sandro no hubiera terminado su clase, pero le había asegurado que terminaría temprano para estar allá cuando ella llegara. Miró la pantalla del teléfono y era como si le estuviera pidiendo una explicación. ¿Qué puede ser más importante que estar conmigo aquí, ahora?


***

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

cobarde

Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.com dijo...

¿Cobarde Angelita? ¿Sandro? ¿El autor?