martes, 30 de octubre de 2007

TRES

Después de un rato me senté yo también. No al frente, como acostumbro, en mi sillón de cuero y orejas viejo como yo, sino en el sofá, al lado de Sandro, y en silencio. Saqué un cigarrillo de la caja que permanece, a medio llenar, siempre, sobre la mesa en la esquina de la sala. No tenía intención de prenderlo, lo saqué solamente para amargarle la vida, para ponerlo en evidencia. Pero no funcionó. Sandro no dijo nada, ni siquiera lo miró. Seguía mirando la nada.

—Me di cuenta de que ya es hora de sentar cabeza, Tuco. Eso es todo. Llevo muchos años mamando gallo, hermano, y ya no tengo veinte años.

—Y eso, ¿qué quiere decir?

—Usted sabe, Tuco…

—No, no sé. A propósito ¿quién será la inmolada?

Angelita. Usted la conoce…

—…¿Angelita? ¿Cuál Ángela?

—Hombre, Ángela, la de la tienda de video, ¿se acuerda?

—Ah… Esa Ángela …no offense… Lo que pasa es que me coge un poco con sorpresa. ¿En serio se va a casar con Angelita? Ni siquiera sabía que salieran….

—Sí, salimos hace tiempo. Ya hace casi un año. Bueno. No salíamos-salíamos… En realidad nos estamos acostando hace como diez meses. ¿Se acuerda que un día nos invitó a una fiesta de cumpleaños? Yo sí fui. Como usted poco sale… Bueno, ése día comenzamos.

—…A tener amores. Así decía mi mamá.

—¿La señora Pilar decía eso? Yo no sé si amores. Pero sí a acostarnos. Nos fuimos de bares. Salimos inicialmente con un grupo de los amigos que dijo que nos iba a presentar, ¿no se acuerda? Al principio yo fui más por aburrimiento que por otra cosa. No tenía nada que hacer. Angelita me gustaba, pero no sé… no parecía que yo fuera su tipo. Ella siempre tan seria, como distante, como si permanentemente estuviera pensando en otra cosa. Yo imaginaba que tenía un novio importantísimo, churrísimo y forrado con un trabajo serísimo en alguna multinacional, algo así, pero nada de novio. Resultó una mujer de lo más sola, y callada. Por el camino los amigos se fueron perdiendo y al final quedamos ella, una pareja jarta que estaba en lo suyo, y yo. Decidimos ir a parar a un lugar de salsa en la 82, de esos donde incluso yo bajaba el promedio de edad, ¿se ubica?

—¿Salomé? ¿Salsa Camará?

—Huy… el viejito se acuerda…. La del man éste que no parece paisa…: a Salomé fuimos a dar, precisamente. Después de dos tragos de ron y de bailar muy poco, los amigos se fueron y nosotros quedamos como como dos náufragos. Y bueno, comenzamos a hablar. Su papá murió hace unos años y la mamá vive en Miami con el hermano. Es un vendedor de Finca Raíz o algo así. Ángela, que siempre ha sido fanática del cine, se asoció con un amigo y tienen tres tiendas de video en Bogotá. No se están haciendo millonarios, pero ahí van.

Sandro me quitó el cigarrillo de la mano, comenzó a jugar con él y siguió, imperturbable.

—Al rato estábamos bailando delicioso…

Yo no sabía que Sandro bailara. Mucho menos que podía llegar a bailar delicioso con una cuasi desconocida… Supongo que es inevitable subestimar a aquéllos que conocemos hace tiempo.

—…Acabamos la botella y nos fuimos para su apartamento. Tiene un apartamento muy bonito en Cedritos, abajo de la Séptima con 152, prendimos la chimenea y pasamos la noche allá. No se imagine mal. Nos quedamos hablando. No fui capaz ni siquiera de darle un beso. A ver le explico… Yo estaba cagado. A esa altura de la noche ya me gustaba una cantidad. No por el trago, no era eso. No sé, no hablaba de esa manera con ninguna mujer desde hacía rato. Era como si estuviéramos en un lugar seguro, cerrado para cualquier otra persona. No se ría.

—No me río.

—Al amanecer, desayunamos y, nada, me fui para mi casa. No volvimos a vernos en una semana. Cambiamos un par de correos y ya. A las dos semanas volvimos a salir y ocurrió algo muy parecido. A la siguiente, fuimos directo a su casa, nos tomamos media botella de ginebra y esta vez sí terminamos en su cama… de la cual salí, cosa curiosa, antes del amanecer.

—Cosa curiosa. ¿Por qué? No entiendo.

—No sé, Tuco, no sé. Creo que hay mujeres con las que uno se acuesta, y otras con las que uno se levanta.

—Sandro… ¿estamos hablando de la mujer con la que se va a casar?

—Sí, Tuco. Acuérdese que eso fue hace meses. Poco a poco comenzamos a salir más…

—Sí… tanto que no me había contado nada.

—Es lo que le decía, Tuco. Era una relación solamente de los dos. Nunca nos hemos visto con nadie más, no salimos con los amigos, ni siquiera nos vemos todos los días…

—…Y ahora se van a casar…

—Mire, es un problema de economía —Sandro se puso finalmente el cigarrillo en la boca, en la comisura para poder seguir hablando, sacó del bolsillo de la chaqueta un encendedor, la herramienta por excelencia del ex fumador, y siguió. —Yo no gano cantidades, ella tampoco. Si nos vamos para su apartamento, que es más grande, podemos ahorrar lo suficiente. Además, ahora con lo del bebé…

—¡Con lo del bebé! ¡Huevón, hubiera comenzado por ahí!

—No le ponga tanta tiza, Tuco. La gente se embaraza todos los días.

Sandro tomó el cigarrillo con los dedos, lo tacó sobre la pulsera de su reloj, lo encendió y le dio una chupada larga.

—Tres días y un pedazo. Es un nuevo record —dijo, mientras botaba el humo por la nariz.


***

Lea la siguiente entrada: CUATRO.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y con quien no se acuesta ni se levanta, qué vienen siendo????

Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.com dijo...

Depende:

Hay parejas -hombres, mujeres- con las que uno se acuesta. Hay otras parejas con las que uno duerme. Otras, con las que uno se levanta y, otras más, con las que uno desayuna. Creo que esa sería la idea completa.