tag:blogger.com,1999:blog-87844242278549361102024-03-13T13:45:46.639-07:00TelenovelaJavier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.comBlogger22125tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-75183079544762440132009-11-15T17:11:00.001-08:002009-11-17T15:31:34.124-08:00PRESENTACIÓNSin otro preludio, me presento: soy el Narrador. El Que Cuenta. Ya saben, El Embaucador, El Villano, el Antagonista, el que hace el trabajo sucio para que un lector pueda pasar el rato. <br /><br />Mi trabajo, perdónenme si ahora mismo no soy más específico, es confundir. Hacer, no hago mucho más que escribir, soy un inactivo, y escribo porque no sé hacer otra cosa. Las palabras son mi verdadera casa, tal vez porque no son de nadie. Todo lo demás lo voy dejando por el camino, pues hay que tener siempre presente la eventualidad de una rápida retirada. Soy, ya lo habrán pensado, un parásito, y en ello me satisfago. Mi oficio es ir caminando por entre la gente robándole a cada uno lo que pueda satisfacer mi necesidad cotidiana, que es la de todos, y de ello me acuso, pero ¿no hacemos todos lo mismo? Soy un sobreviviente, nada más. <br /><br />Lo que van a leer a continuación, una historia de amor, o varias, porque cada uno es un mundo, no es nada diferente a lo que he visto. Una colección de recuerdos e imágenes que pasan ahora por mi cabeza como por un televisor. Es cierto, mi opinión está ahí, protagonista e infame. Pero creo que no podía ser de otra manera. Estén seguros de que la intención es mostrar antes que decir, así decir sea lo único que tenga. Aquí está el paquete, ya. Baste con lo dicho por ahora.<br /><br /><div style="text-align: center;">***<br /></div><br />Lea la siguiente entrada: <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/10/uno.html">UNO</a>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-4687623833205113742009-11-15T17:06:00.000-08:002009-11-15T17:08:32.394-08:00CATORCEYo finalmente no sé qué quiere decir que a uno le guste una mujer. No sé, a la larga, lo que me pasa cuando una mujer realmente me gusta, ni cuánto tiene que gustarme para estar interesado en ella. Puede ser que algún fragmento de su cuerpo, algo que diga o haga, accione un interruptor que según parece está ubicado un poco más al norte del píloro, y que provoca que el usuario esté dispuesto a cometer acciones que hasta entonces le hubieran parecido estúpidas, por absurdas: Jurar. Comprometerse. Escribir encendidos y eternos mensajes electrónicos. Hablar durante horas por teléfono y gastarse fortunas en esas llamadas telefónicas, subir montañas, ir a la guerra… O perder los escrúpulos y caer en vicios tan viejos como la humanidad: la pasión, la venganza o la traición. <br /><br />De cualquier modo, ocurre. Cuando menos se espera. Y nadie está verdaderamente preparado para ello. <br /><br /> <br /> ***Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-75322337669488713822009-11-14T14:00:00.000-08:002009-11-17T16:02:04.454-08:00TRECEEsa fue la primera vez que Angelita fue a mi casa. Me sorprendió, claro. No tengo que decir que a mi edad procuro tener bastante control de quien llega o no a mi casa, hombres y mujeres, particularmente mujeres. Pocos saben donde vivo, y menos son invitados a entrar a ese lugar que con el tiempo se ha convertido, a fuerza de no salir salvo para lo estrictamente necesario, en una especie de fortaleza supermánica, un reducto en el polo norte; un bien logrado santuario neurótico.<br /><br />Llegó antes del medio día, a esa hora infame en la que me acosa la culpa por no haberme decidido a levantarme más temprano; después de haber leído y dormido hasta media mañana; después de desayunar y arreglar la habitación y puesto a andar el lavavajillas, pero antes de que la máquina se detenga y de haberme metido a la ducha. El timbre de la puerta me sorprendió pues nadie había sido anunciado, y después de preguntar quién era, le abrí la puerta envuelto en una bata blanca, afortunadamente recién sacada de la ropa limpia.<br /><br />Tuve que reconocer que Angelita estaba radiante. Siempre he sabido ver cuándo una mujer está encinta. La mayoría, así lo ignoren aún, brillan. Parecen cubiertas por una particular luminosidad; como si estuvieran muy tranquilas, como si pensaran siempre en algo muy agradable, como si llevaran días durmiendo bien. Después de oír las sus protocolarias disculpas –no había nadie en la portería, la puerta exterior estaba abierta y nunca llegué a escuchar mi teléfono móvil–, la hice pasar a la sala, y escoger el lugar que le pareciera más cómodo. Escogió justo la esquina del sofá en la que Sandro me había contado que estaban embarazados.<br /><br />–Lo siento, tenía que hablar con alguien.<br /><br />Entonces detuve el lavavajillas y, consciente de repente de mi casi desnudez debajo de la bata, me disculpé, le ofrecí un té y le pedí diez minutos mientras subía de a dos los peldaños de la escalera.<br /><br />–¿Tiene galletas de avena? –contestó ella, tan tranquila.<br /><br />Manejo en verdad muy mal este tipo de sorpresas.<br /><br /> ***<br /><br />Lea la siguiente entrada: <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2009/11/catorce.html">CATORCE</a>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-88365264872992547202008-05-05T19:27:00.000-07:002008-05-07T14:19:09.651-07:00(El espejo del ascensor)<p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt"><span lang="ES-MX">¿Al primer piso? ¿Al <i>Mezanine</i>? ¿Qué diablos es un mezanine? </span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt"><span lang="ES-MX">Mírenme. Estoy embarazada. Es real. Voy a tener un bebé. Es un niño. Es perfecto. Yo lo vi. Mi niño tiene ojos, nariz, manos, pies y boca. Con los ojos va a mirar y me va a mirar a mí. Va a oler, va a tocar, me va a tocar, y va a correr. Primero, correrá hacia mí. Después, para alejarse de mí. Y va a hablar, me va a hablar, y se va a reír. Tal vez ser parezca a mí, tal vez a mi papá. Es probable que tenga su manera de quedarse en silencio, o su risa. Pero, sobre todo, es muy probable que se parezca a un hombre que hace no mucho tiempo era un perfecto desconocido para mí. Un buen tipo, seguramente, pero un desconocido. O casi. Y ahora es el papá de mi hijo.</span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.4pt" align="center">***</p>Vuelva a <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2008/05/doce.html">DOCE</a>.Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-51011163978494810112008-05-05T19:18:00.000-07:002009-11-14T14:08:37.292-08:00DOCE<p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">Hace algunos años, apareció en los periódicos una curiosa noticia. Un hombre murió al ser embestido por un toro… al salir del ascensor del edificio donde vivía. Nada: el hombre salió, como todos los días, de su casa. Subió al ascensor y mientras bajaba los cinco o diez pisos que lo separaban del primero, debió de abrir su portafolio y revisar algunos papeles que debía llevar al trabajo. Terminó justo cuando la puerta se abría y, cuando buscaba en el bolsillo la llave de su carro o el dinero para pagar el taxi que lo llevaría hasta su trabajo, se dio cuenta de que una masa enorme y armada se le venía encima. Nada que hacer. ¿Qué pensar en un momento como éste? Poco, supongo. Ver al toro y recibir el golpe debe ser más o menos la misma cosa. Pero debe de haber un instante entre lo uno y lo otro en el que el hombre comprendió su pequeñez en el vasto orden universal. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span>Algo así debió de haber sentido Sandro al encontrarse con la mirada de Angelita, sólo que la que salía del <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2008/05/el-espejo-del-ascensor.html">ascensor</a> era ella y el que entraba al edificio era él. Tarde. Ella había asistido al examen de su hijo y todo había ido perfectamente. Sola. Él, en cambio, había tenido una predecible charla con Titina en la que, palabras más, palabras menos, ella se había disculpado por llegar tarde al curso y le prometía asistir cumplidamente a cada una de las clases que faltaban. Bla, bla bla. Lo extraordinario había sido la ropa interior de la niña. Allí, sentada a la altura de sus rodillas, tenía un brassiere de pepas fucsia tras la camisa blanca. Fueron las pepas fucsia más que su preocupación de profesor comprometido (¡<i style="">ni uno menos</i>!) las que lo llevaron, suave y lentamente, como de la mano, hasta la cafetería de la de Derecho, la más acogedora, a negociar, tras dos cafés, la manera más apropiada en la que Titina se pusiera al día con su clase, que a ella le parecía “importantíiiiisima en su formación”. <span style=""> </span>Cuarenta minutos más tarde había decidido —tan grata había sido esta charla— que se encontrarían el apartamento de Sandro… no, mejor en el de ella, que quedaba muy cerca de la universidad, para repasar lo que habían hecho durante este primer mes. A cambio, el sacrificado docente solamente exigía un almuerzo casero, eso sí, preparado con todas las de la ley pues Titina se preciaba de ser una cocinera casi profesional. Sandro siempre había sido un tipo de lo más fresco y un profesor descomplicado y amigo de sus estudiantes. Claro, Sandro había llegado una hora tarde a su cita con Angelita, y en vez de haber estado con ella, de la mano, mientras la ecografía resbalaba, vino a toparse con su mirada, de golpe, justo al abrirse la puerta del ascensor. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span>—Hola, Sandro.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span>—Hola, Angie… ¿Ya estuvo? ¿Cómo te fue? ¿Cómo está todo?</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span>—Bien. Todo en su puesto. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span>—Qué pena… no alcancé a llegar… tuve un problema con unos estudiantes que no habían llegado al curso… y tuve que organizarles las lecturas hoy.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span>—Ya. No hay lío.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span>—¿Ya te desocupaste? Vamos a comer algo. Te invito.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span>—No, no puedo. Tengo que ir al almacén…</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">—Vamos, te acompaño. Yo puedo trabajar allá; al salir, vamos a comer algo.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">—No. Quedé en comer con mi tía, no nos vemos hace rato. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">—… Oye, discúlpame. En serio. No pude llegar antes. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">—Yo sé, Sandro. El trabajo es el trabajo. Anda, déjame en el café y ve a hacer tus cosas.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">La vida está llena de momentos <i style="">Kodak</i>. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;" align="center"><span lang="ES-MX">***</span></p><br /><br />Lea la siguiente entrada: <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2009/11/trece.html">TRECE</a>.Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-76273082456338086382008-04-20T19:58:00.000-07:002009-11-14T10:10:37.040-08:00ONCE<p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><span lang="ES-MX">A Angelita su novio no le contesta el teléfono</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p><br />Desde que se levantó, el día comenzó desbisagrado. Hay días así, en que nada sale bien, ni siquiera darle vuelta a la tapa de una botella. Cuando se despertó en la madrugada, trató de tomar un trago de agua, su mano somnolienta tropezó con el vaso y derramó lo que le quedaba, sólo un poco, pero tuvo que levantarse al baño para ir por una toalla y, finalmente, tomar tres tragos directamente de la llave. Después, cuando se preparaba para irse al almacén, trató de cerrar cuatro veces la botella de agua que siempre llevaba dentro de su bolso antes de lograrlo. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span>Poco movimiento hubo en el almacén ese día, y tuvo que cerrar más temprano, justo antes de que llegaran sus clientes habituales, debido a que debía estar a las cuatro en el consultorio de su médico para hacerse una nueva ecografía. Por lo menos se encontraría allá con Sandro antes del examen: odiaba ir al médico, mucho más ahora, cuando todo lo que tuviera que ver con el desarrollo de su hijo le despertaba un miedo visceral. Pero no había caso; era imprescindible chequear periódicamente su embarazo, y Sandro se había ofrecido, no solamente a recogerla, sino a estar con ella durante el examen.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span>Llegó al consultorio, saludó a la enfermera, dio sus datos y se sentó en el viejo sillón de cuero que había en un lado de la sala. Sólo había dos mujeres más, y se saludaron con una sonrisa formalmente cómplice, como si fueran vecinas o pertenecieran a la misma tribu. Tomó, después de fallar una vez —¿qué era lo que pasaba con sus manos hoy, por Dios?— , una de las revistas de la mesa y miró el reloj de la pantalla que anunciaba las citas del consultorio. Casi las cuatro. Sandro debía de estar por llegar. Trató de leer un artículo. Abrió al azar y se encontró con el horóscopo. “<b style="">Aries</b>: su vida conyugal está a punto de sufrir un cambio radical. Sea paciente. Recuerde que los hombres siempre son hombres y las mujeres, mujeres, y que…”. Cerró la revista. No estaba de humor. ¿Por qué no llegaba Sandro? Quería que se sentara a su lado y que la abrazara para que ella pudiera cerrar lo ojos. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span>Sacó el teléfono del bolsillo de la chaqueta y marcó el número. Esperó. Nada. Buzón de mensajes. Era probable que Sandro no hubiera terminado su clase, pero le había asegurado que terminaría temprano para estar allá cuando ella llegara. Miró la pantalla del teléfono y era como si le estuviera pidiendo una explicación. ¿Qué puede ser más importante que estar conmigo aquí, ahora? </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p><br />***</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: left;"><span lang="ES-MX">Lea la siguiente entrada: <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2008/05/doce.html">DOCE</a><br /></span></p>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-71618493764794533482008-04-06T17:44:00.000-07:002008-04-20T20:03:46.842-07:00DIEZ<span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Sandro nunca había hecho bien nada bajo presión, pero estaba en su territorio, o por lo menos eso pensaba. Así que trató, con éxito, de evitar esos dos ojos azules y procuró, infructuosamente,<span style=""> </span>concentrarse en el tema de su clase del día de hoy. A la entrada de Titina, divagaba con algún éxito acerca de las consecuencias de la última revolución femenina y de su consecuencia en las minorías afro-colombianas después de las últimas leyes que ponían de manifiesto la controversia por la práctica del aborto. Decidió pasar entonces, gracias a una maniobra tan elemental que él mismo se ruborizó al hacerla, a ilustrar sus teorías con algunos poemas sufí de última generación <span style=""> </span>que sabía de memoria para impresionar a la recién llegada. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><span style=""> </span>El ardid pareció surtir efecto, pues el silencio más absoluto se había instalado entre sus estudiantes y Titina buscaba con afán algo dentro del gigantesco bolso rosa que tenía a su lado. ¿Una libreta? ¿Una de esas computadoras manuales que tenían casi todas sus estudiantes? <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><span style=""> </span>Al rato, un rato largo, en el que Sandro casi perdió el hilo de sus propias ideas, Titina, triunfante, encontró en el fondo de su bolso: su teléfono celular. Y fue uno solo el instante en el que la mujer lo esgrimió como si se tratara de un arma y que el aparato comenzara a chillar con una aguda voz electrónica que reproducía alguna canción de moda. Sandro calló, sorprendido, y se quedó mirando a Titina, lo mismo que todas las demás estudiantes de la clase. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><span style=""> </span>Ella, solo aparentemente avergonzada, se quedó mirándolo con sus ojos fríos y apenas después del segundo repiqueteo, sonrió como si se tratara de una travesura infantil y dijo lo suficientemente fuerte como para que toda la clase escuchara: “Qué pena, profe”. A continuación, y con la misma tardanza con la que había entrado, tomó su bolso tan rosa y recorrió el camino que había hecho hasta su silla unos minutos atrás. El timbre del aparato seguía sonando aun cuando ella había cruzado la puerta, y Sandro tuvo que respirar fuerte para retomar el hilo de sus ideas. Pero era tarde, su momento había pasado. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><span style=""> </span>Como pudo, le dio cualquier final a lo que recordaba estaba diciendo unos minutos atrás y cerro la clase. Al rato estaba solo en el salón, organizando sus apuntes y sus libros para ponerlos en la maleta. “Hay veces la mierda confabula a favor. Otros, en contra”, se dijo, recordando un fragmento de una mala novela que leía por esos días. Se cruzó la maleta sobre el hombro derecho y salió al pasillo. Estaba lloviendo. Decidió entonces dar un rodeo por las escaleras de la parte de atrás del edificio para evitar la lluvia hasta el parqueadero. “No llovía hace tiempo, justo hoy, que tengo el tiempo contado para recoger a Angelita en el médico; me nos mal salí temprano de clase. ¿Por qué será que la ciudad enloquece con la lluvia? Parece que lloviera fuego”.<span style=""> </span>Eso se decía entre el tercer y el segundo piso, cuando tuvo que hacer un movimiento brusco con sus pies, casi un salto, para evitar pisar algo color rosa que se atravesaba en su camino. Se trataba del bolso de Titina, con Titina y todo, que hablaba todavía por el pequeñísimo aparato extendida junto a su maleta y con la espalda recostada en la pared, muy concentrada en lo que le decían del otro lado del teléfono. Sandro iba a evitarla pero prefirió gastar dos segundos de su vida en grabar en su memoria las dos puntas cremosas de su cadera entre el jean desteñido y la camiseta blanca. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><span style=""> </span>Ya la dejaba atrás cuando oyó otra vez su voz. “Profe, profe, ¿tiene cinco minutos?” Sandro se detuvo y se volvió. Entonces sintió la vibración de su propio teléfono en el bolsillo. Una vez. “Hola. Eh… ¿cinco minutos?” Dos veces. Tres veces. Miró automáticamente su reloj para ya sabía qué iba a decir. Otra más. “Mierda. Angelita. Bueno, son cinco minutos. Igual, aún debería estar en clase”.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><span style="" lang="ES-MX">***</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: left;"><span style="" lang="ES-MX">Lea la siguiente entrada: <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2008/04/once.html">ONCE</a><br /></span></p>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-26611618551357514552008-03-24T12:17:00.000-07:002008-04-06T17:46:58.539-07:00NUEVE<p class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;" align="center"><span style="" lang="ES-MX">Titina<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p><br />Titina, como le decían sus amigas a Cristina Eugenia Vargas Calderón, era flaca, muy flaca, y apenas llegaba, con dificultad y un ojo generoso, a los 160 centímetros. Era una mujer inconsciente y difícil. Particularmente con respecto a los hombres. Siendo casi una niña, se enamoró hasta la médula de un hombre mucho mayor, mayor incluso que su padre, y demasiado parecido a él —de hecho se trataba de su mejor amigo—. Y ante la evidencia de que él nunca dejaría a su esposa, decidió, primero, hacerle la vida imposible y, después, vengarse en los demás hombres que encontrara en su camino. Después del caos que produjo la confesión de su absoluto e imposible amor en su familia, se había ido no solamente de la casa, sino también de la ciudad. Vivía, pues, en Bogotá desde hacía más de cinco años, de los trabajos que encontraba por ahí y de de una estrecha mesada que le habían asignado papá y mamá, y que ella había terminado por aceptar a regañadientes no sin antes dejarles caer algo así como “Está bien; que sirva para que alivien en algo su culpa”. Titina era apasionada, insegura, desorganizada y terrible cuando se enfadaba: cada puerta de su pequeño apartamento —dos, en realidad— tenían las marcas de su temperamento. Había pasado por tres carreras antes de llegar a psicología y, a pesar de que pasaba de los 25, tenía cara de 17 y dientes de 32, no tenía ninguna vergüenza en decir que había entrado a la carrera para tratar de entenderse mejor. Y de pronto era sincera, pues era voluble como una reina e inescrupulosa con sus amigas, sus amigos o sus amantes. Tenía un par de enormes ojos azules y un desordenado pelo negro que llevaba a la nuca, como un niño malo, y al que cuidaba más que a su propia vida. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><span style=""> </span>Sandro se fijó en ella desde la primera vez que la vio. Llegó tarde —dos semanas después de haber comenzado el semestre y veinte minutos después de que él hubiera comenzado la charla de ese día— y se sentó en la primera fila a pesar de que tuvo que pasar por sobre las piernas de 15 estudiantes más y las maletas abandonadas en el piso de la mayoría de ellos. Lo hizo, además, sin ruborizarse siquiera y sin pedir permiso. Nada. Avanzó hasta la silla que estaba más cerca de la pequeña tarima desde la que Sandro hablaba y se sentó con las piernas muy estiradas. Se quitó la chaqueta y se acomodó el pelo mientras el resto de la clase —Sandro incluido— permanecía en silencio.<span style=""> </span>Después, simplemente lo miró como diciéndole: “Bueno, y ya que estoy acá, ¿qué va a decir hoy? Pleeese: que valga la pena”<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><span style="" lang="ES-MX"><span style=""> </span><span style=""> </span><span style=""> </span><span style=""> </span><br />***</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: left;">Lea la siguiente entrada: <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2008/04/diez.html">DIEZ</a><br /><span style="" lang="ES-MX"><o:p></o:p></span></p>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-52841455991133970422008-03-16T18:44:00.000-07:002008-03-24T12:25:33.335-07:00OCHO<p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Ya había dicho que Sandro era profesor. Trabajaba desde hacía cinco o seis años en la Universidad Católica, y había fantaseado, desde el primer día, con acostarse con alguna de sus estudiantes. Pero hasta ahora no lo había hecho, más porque no había sabido ponerse en ello que porque no hubiera tenido oportunidad de hacerlo. Donde quiera que alguien guíe y otro siga, una proscrita atmósfera erótica invade el ambiente. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="" lang="ES-MX">¿Era esto o algo diferente lo que hacía que Sandro esperara con avidez de goloso el comienzo de cada nuevo semestre? No se necesita llegar a mi edad, ni siquiera a la de Sandro, para saber que el deseo sexual es, por divertido, uno de los mejores ejercicios de la imaginación; tampoco, que la imaginación se exacerba con la prohibición, provenga de donde provenga. ¿Y hay algo más prohibido que el incesto? Debe de ser por lo que aún queda de vecindad entre la enseñanza y la paternidad, entre la instrucción y la crianza en las relaciones entre profesores y alumnos, por lo que unos fantasean con los otros: por pura perversión. O, tal vez, simplemente porque es divertido poner el mundo patas arriba, y porque seducir será siempre la mejor manera de poner el derecho del revés. No sé, y creo ahora que no importa demasiado. El hecho es que el hombre disfrutaba de cada periodo académico como un niño frente a un televisor.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="" lang="ES-MX">También dije ya que Sandro podía llegar a ser torpe en lo que respecta a las mujeres. Por lo menos a la hora de seducirlas, porque conocer a cualquiera de sus amigas equivalía a querer enamorarse de ellas inmediatamente. No Sandro. Él prefería amistarse con ellas nada más, del mismo modo que un pistolero le pone el seguro a un arma; igual que un ladrón guarda algo muy preciado en un cajón, lejos de sus propias manos. Adicionalmente, tenía un pésimo tino para buscar amantes, y se procuraba las mujeres más volubles, las más inestables, las más brutales. O sus meras ideas, pues iba constantemente de rechazo en rechazo, fantaseando puerilmente con cuál sería su próxima victimaria, y sin superar nunca la periferia táctil de sus conquistas. ¿Es de sorprender, entonces, su gusto por la pedagogía? En ninguna otra parte como en una clase las mujeres están tan cerca y tan lejos de un hombre que es su profesor, tan dispuestas y tan definitivamente puestas en otro mundo, en un mundo al que él no pertenece y en el que por ningún motivo puede tener cabida. En un plano metafísico, digo, porque la realidad siempre es a otro precio. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="" lang="ES-MX">Para Sandro, cualquier estudiante que respondiera al perfil físico que perseguía como si reprodujera un modelo, era una oportunidad erótica. ¿Por qué no habría de hacerlo? Además de estudioso y patológicamente organizado para trabajar, Sandro era un formidable orador. Tenía la habilidad de saber reconocer de una ojeada la situación de su interlocutor, y de llevarlo, paso a paso, hasta donde se proponía en cada una de sus lecciones. Y ésta es con seguridad la mejor manera de llevarse a alguien a la cama.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><span style=""> </span>Además, no debe subestimarse el poder de la piel. Más vale el riflazo de un centímetro cuadrado que el bamboleo de 100 cúbicos. El deseo viene del volumen, de la imagen que tenemos del volumen, más bien. De la superficie y la textura llana de la piel, que promete complicidades, intimidades y desafueros imprescindibles, la verdadera lujuria. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="" lang="ES-MX">Las pieles blancas de sus estudiantes fueron, año tras año, semestre tras semestre, una invitación para Sandro, categorizador de tiempo completo, que las clasificaba con la misma facilidad que a cualquier otro asunto. Aún me <span style=""> </span>parece oírlo —días antes de todo el asunto con Angelita— pontificando al respecto, de pie, como un predicador, con un trago en la mano. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><b><span style="line-height: 150%; font-variant: small-caps;font-size:11;" lang="ES-MX" >Teorema 1 de Sandro respecto a la vanidad de las mujeres</span></b><span style="" lang="ES-MX"><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.45pt;"><span style="" lang="ES-MX">Las mujeres pueden dividirse según la parte de su cuerpo de la que estén particularmente orgullosas, que lucirán sin recato. O con recato pero sin pausa.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><b><span style="line-height: 150%; font-variant: small-caps;font-size:11;" lang="ES-MX" >Corolario</span></b><span style="" lang="ES-MX"> <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.45pt;"><span style="" lang="ES-MX">No hay ninguna mujer, no importa el éxito que tenga entre los hombres que la rodean o cuánto se dedique a su propio cuerpo en forma de gimnasio, cirugías o dones divinos, que considere que todo su cuerpo es hermoso. Y pueden dividirse de la siguiente manera:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><span style=""> </span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><b><span style="line-height: 150%;font-size:11;" lang="ES-MX" >1. Mujer bandera<o:p></o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><span style="line-height: 150%;font-size:11;" lang="ES-MX" >Es aquella que está convencida de la armonía y la belleza de su rostro. Tienen el centro de gravedad en la hipófisis y procuran caminar con su cara al aire, como una bandera. Siempre están atentas a conseguir un buen peluquero que les garantice un marco adecuado al motivo de su vanidad y, por lo tanto, de sus ser. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="line-height: 150%;font-size:11;" lang="ES-MX" >2. Mujer mascarón de proa<o:p></o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><span style="line-height: 150%;font-size:11;" lang="ES-MX" >Estas mujeres son, por lo general, terminaciones nerviosas de su talle, como su hubiera una cuerda invisible que las llevara de las tetas. Lucen, como guarnición, la piel de los hombros o de los brazos, pieles inmaculadas como si nunca hubieran visto el sol, y siempre dispuestas a un buen mordisco. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="line-height: 150%;font-size:11;" lang="ES-MX" >3. Mujer anclada<o:p></o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><span style="line-height: 150%;font-size:11;" lang="ES-MX" >Agarrada al mundo por la rotundidad de su culo, de sus caderas o de sus piernas, avanzan basculando de aquí a allá, seguras sobre el suelo que pisan. Para ellas, la pelvis va por delante, y la piel se escurre como un chorro de pintura. Son de muslos seguros, largos, turgentes y sabios. Y sus pantorrillas son como un gato: suaves, atentas y aventureras, siempre listas a pegar un salto. Pueden ser las más honestas, pero también las más arteras. <span style=""> </span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="line-height: 150%;font-size:11;" lang="ES-MX" >4. Mujer sombra<o:p></o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><span style="line-height: 150%;font-size:11;" lang="ES-MX" >Y están aquellas que no creen tener ninguna particularidad digna de admiración. Se procuran silenciosas o discretas, a pesar de que en ocasiones pueden pararse en un púlpito y gritar arengas, las más de las veces cargadas de lo que pocos quieren escuchar o de lo que no debe ser dicho. Prefieren, pues, ser sombras de sí mismas, y son tímidas y particularmente sensibles al reconocimiento. Siempre retraídas, incluso cuando gritan, prefieren situarse atrás, un poco a la derecha: detrás de sus ideas, de sus logros, de sus miedos; incluso detrás de un hombre o de sí mismas. <span style=""> </span>Creen jugar siempre de visitante y están esperando un milagro para que el mundo dé la vuelta.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="" lang="ES-MX">Eso decía Sandro. Y podía seguir. Marino y aventurero frustrado, tenía gran capacidad para las fantasías y alucinaciones, y en verdad <span style=""> </span>demasiado tiempo libre. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="" lang="ES-MX">Además, lo suyo, lo de Sandro, era el pecado que se escondía tras un detalle. Más que un conjunto armónico, un buen par de tetas o de piernas, tenía que haber un fragmento, una parte: algo casi siempre enfermizo, una característica levemente patológica, para que él enfilara todas sus baterías imaginarias en una de ellas. Así, era preferible un detalle que brillara —un hueso demasiado salido, una piel radicalmente blanca, de arroz, con algo de coquetería infantil, como de niña sin padre o un problema de actitud — a una mujeraza cruzando una pierna en frente de su mesa. Para él, enseñar era asistir diariamente al ensamble de sus propios laberintos mentales gracias a la propuesta de quienes tan cándidamente asistían y, tenía que reconocerlo, desfilaban, por sus clases de Antropología Cultural <span style="font-variant: small-caps;">i</span> y <span style="font-variant: small-caps;">ii</span> en la facultad de Psicología. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="" lang="ES-MX">Sandro, pues, consideró a cada una de sus estudiantes como una oportunidad erótica desde el primer día, a pesar de que en cinco años difícilmente había pasado de coquetear inocuamente con algunas de ellas. Sandro era —es— un tiro en clase, pero sufre de una penosa enfermedad en lo que a mujeres se refiere que es de lo más común en tipos como él: el auto sabotaje. Fue así como permaneció, prácticamente virgen de sus estudiantes, hasta el momento que Titina puso mortalmente los ojos en él.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt; text-align: center;">***</p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt; text-align: left;">Lea la siguiente entrada: <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2008/03/nueve.html">NUEVE</a><br /></p>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-76117983376969320072008-01-13T16:58:00.000-08:002009-11-20T08:50:39.336-08:00SIETE<p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">Un par de noches después de que Sandro soltara la bomba en mis narices, él y Angelita vinieron a mi casa. Nada de sorpresas esta vez; todo planeado y organizado, como correspondía a la situación. Se trataba de algo parecido a una presentación en sociedad, pensé en ese momento, porque a pesar de que Sandro y yo no fuéramos, por esa época, más que amigos —digo, no éramos primos o hermanos, nada irremediable—, la inercia o la fatalidad de la vida nos había llevado a pasar más tiempo juntos del que en principio hubiéramos imaginado. Además, Sandro no tenía una relación demasiado estrecha con su familia, que de hecho no vivía en Bogotá, por lo que yo, a pesar de la diferencia de edad, me había convertido en su punto de referencia en esta ciudad, en una especie de hermano mayor de esos que sí se escogen. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Llegaron a eso de las ocho, cumplidísimos. Yo no estaba listo todavía, pero como soy un completo inepto para la cocina, Angelita se había comprometido a cocinar para nosotros. No había problema. Sandro, caballeroso como siempre, dejó que Angelita entrara primero. Yo hice mi mejor sonrisa de complicidad. Ella me miró, se sonrojó un poco y me dio un abrazo. Recordé entonces por qué me gustó desde la primera vez que la vi, y que tenía muy claro nuestro primer encuentro, pero eso no podía decírselo a su futuro esposo. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">La primera vez que la vi no estaba vestida de ocres, como hoy, sino de verdes. Yo vivía hacía poco en este domicilio y, entre cansado de organizar los libros en la biblioteca y aburrido de no haber salido ni siquiera para almorzar, decidí ir a buscar un café y algo de dulce. Si no como algo de harina y de dulce entre las cuatro y las seis me da una úlcera mental. Entré a su local por casualidad, fue el primer lugar que encontré en mi camino de donde salía olor a café, y sólo adentro me di cuenta de que allí podía encontrar en un solo sitio harina, cafeína y películas viejas. Me llamó la atención el acuario de la pared. Enorme, con unos bichos de colores y otros oscuros, horribles y enormes que no creí pudieran ser de verdad. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">—¿Le gustan los acuarios? —dijo a mi espalda. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">—No. Para nada —le contesté mientras me volteaba. Ella estaba recostada en el mostrador, con un delantal terracota y el pelo que ajustado en una bola desordenada un poco más debajo de la coronilla gracias a un par de palillos chinos. Nunca he podido resistirme a este peinado de las mujeres. Les ilumina el rostro y les da un aire de informalidad y sofisticación a la vez que siempre me ha parecido particularmente seductor, sobre todo cuando un par de mechones caen descuidadamente sobre las orejas. Hoy sé que no hay nada de descuido en ese peinado, pero los palitos chinos siguen pareciéndome muy chic. De cualquier manera, me recuperé rápido y continué hablando, para no ponerme en evidencia:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">—Sólo pensaba en que no deja de sorprenderme que haya gente que está dispuesta a pasar tanto tiempo pendiente de estos animales. Es más, podría decirle que no termino de entender a los dueños de las mascotas. Esto, por ejemplo. No sé, estoy seguro de que siempre hay mucho que hacer: cambiar el agua, medir la temperatura, medir el nivel de oxígeno en el agua. Además, está el asunto de la muerte; tiene que ser horrible sacar el cadáver de un pescado de estos del acuario una vez que se muere…<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">—No es tan grave —sonrió ella sin ningún tipo de coquetería —ni tan difícil. Acá tengo tiempo de sobra. Además, me trae buenos recuerdos. ¿Qué quiere tomar? ¿Un café?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Yo me quedé mirándola hacer mientras pensaba: “perfecto: ésta es una mujer que me gusta y con la que definitivamente no tendría nada”. <span style=""> </span><span style=""> </span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Ahora, un par de años más tarde, era yo el que la recibía a ella, y a su novio, mi amigo. Así de fácil cambian los papeles en la vida. Los hice entrar y Sandro levantó un par de bolsas del supermercado. Muy satisfecho de hacer tremenda entrada con esta mujer a su lado, me dijo:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">—Hermano, ¿dónde dejo esta vaina?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">—Ahí, sobre el mesón de la cocina. ¿Y qué vamos a comer?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">—Carne —dijo Angelita— Sandro me dijo que usted era carnívoro. Acompañada de un arroz delicioso que preparaba mi mamá; tiene champiñones, queso, aceitunas y un par de cosas más. ¿No come algo de ahí? <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">—No, por mí está perfecto. Yo abro el vino. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Y Angelita tomó posesión de la cocina como si siempre hubiera cocinado allí. Eso me gustó. <span style=""> </span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Sandro asumió su condición de copiloto culinario. Picaron. Partieron. Licuaron, revolvieron y calentaron. Los dos. Al alimón, como un buen equipo pobre de nado sincronizado. Mientras hacían —Angelita siempre a la cabeza y Sandro convencido de que ser su segundo era lo mejor que le podía pasar en la vida— se daban de comer en la boca, se reían de chistes que yo no alcanzaba a oír y, en algún momento, cuando ya no sabía yo dónde ponerme en mi propia casa, se decidieron a mostrarme sus habilidades como malabaristas. Resulta que Angelita había salido en alguna época con un tipo que hacía malabarismos —para sobrevivir, pensé yo: como todos—, y le había enseñado a hacer un par de trucos. Primero tomaron los tomates, y llegaron a conseguir que tres de ellos estuvieran en el aire. Después, osados, probaron con los huevos. Sandro, claro, entusiasmado por la gracia, dejó caer uno al piso. Apostaría a que fue a propósito. Entonces Angelita se rio de verdad, y se apresuró a poner sal sobre el huevo despanzurrado en el piso. “Es la mejor manera”, dijo. “Después se recoge mucho más fácilmente”. “¿No era esa la del vino?” dijo Sandro, mientras se agachaba y le quitaba el pelo de la frente. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Qué cuadro. Se les veía bien. Sandro se veía bien. Parecía un tipo nuevo. La miraba como si tuviera décadas de conocerla. Era curioso; ambos mantenían todavía ese temblor en los dedos y en los labios de quienes no han hecho aún un hábito de besar y acariciar al otro, pero se miraban como si llevaran mucho tiempo estando juntos. ¿Caminaban todavía inseguros y nerviosos por ese difícil límite que hay entre el desconocimiento y el engaño, o simplemente se deslizaban por el tobogán de la felicidad cutánea, de la excitación fácil y la risa rápida? No sé. Conozco a algunos que piensan que éste es, precisamente, el mejor momento del amor. Otros, más conservadores, aseguran en cambio que lo mejor es lo que viene después, cuando la sangre se enfría y la frivolidad de la infatuación ha pasado, cuando se consigue entre los dos algún tipo de equilibrio y se pierde el temor a mostrarse sin restricciones ante el otro, y fiarse además de sus imperfecciones. Yo, personalmente, no tengo idea. Creo, eso sí, que una relación entre dos seres humanos nunca es fácil y nunca deja de ser frágil. Que somos hijos del momento, y que, por lo tanto, aquel a quien creemos conocer mejor que a nadie, puede en las circunstancias adecuadas convertirse en un cabrón. Y que, es cierto, las vibraciones de la piel nos hacen bailar como a mono de organillero, pero que esta música es frágil e inconstante, por lo que bien pronto vamos a clavar la cabeza en la almohada un domingo al final de la tarde mientras confirmamos, otra vez, que el sexo definitivamente está sobrevalorado. Así, el amor no puede estar en una teoría, en un momento o en una etapa. El amor, si está en alguna parte, está en lo que se inventa, en lo que se hace todos los días para ignorar el cansancio, la muerte y, sobre todo, el aburrimiento. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">—¡Tuco, sirva más vino!; vea que la abstinencia del cigarrillo me dio con sed —rugió Sandro, quien para entonces ya fungía como el hombre de la casa.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Angelita, que revolvía una olla con una salsa que olía a dioses mediterráneos, lo miró con severidad y una sonrisa. Y yo me acerqué, obediente y botella en mano. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">—Claro, que sí, Sandro. Usted hoy es el que manda. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;" align="center"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;" align="center"><span style="" lang="ES-MX">***</span></p><br />Lea la siguiente entrada: <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2008/03/ocho.html">OCHO</a>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-89805739434490272742008-01-13T16:53:00.000-08:002008-01-13T17:00:38.140-08:00SEIS<p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">Angelita se paró frente al espejo. Se miró la cara: ojeras. Otra vez había dormido mal. No superficialmente, había dormido profundo, como quien cae en un pozo sin<span style=""> </span>fondo. Pero no se sentía liviana, como cuando dormía limpiamente. Sentía la cabeza densa, pesada, y los párpados le caían sobre los ojos como si fueran una tela metálica. Eso le pasaba cada vez que dormía con la almohada sobre la cabeza. Los vecinos habían estado de rumba y, bueno, apenas comenzó a sentir la música y las risas se dio cuenta de que si no se cubría la cabeza con la almohada iba a pasar una noche de perros. Y se durmió. Casi inmediatamente. Pero de inmediato cayó, eso creyó recordar frente al espejo, al pozo sin fondo del cual solo salió en la mañana cuando el sonido del despertador la fue sacando de la oscuridad, como si fuera una cuerda que se recogiera y de la cual estuvo colgando, como un péndulo en caída libre, toda la noche. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">Pasó las manos por la cara y por el pelo. Se lo cogió con una mano el pelo y tomó agua de la llave. Se miró otra vez. ¿Qué había soñado? Había sido un<a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/12/el-sueo-de-angelita.html"> sueño </a>espeso. Oscuro. Había un pez, mucha agua… tal vez su imagen en el espejo, que se acercaba y ser alejaba… También, estaba segura de que no era la primera vez que soñaba lo mismo. Llevaba varios días con la incierta sensación de que el sueño se repetía. Las mismas imágenes, el estremecimiento de un temor informe que se había repetido durante varias noches hasta la anterior, cuando inexplicablemente parecía haberlo solucionado de alguna manera. No recordaba, sin embargo, nada más preciso; cualquier recuerdo concreto <span style=""> </span>disolvía en vaguedad la somnolencia. Cada día, desde más de dos semanas atrás, parecía estar siempre agotada. Quería dormir permanentemente, no importaba cuántas horas durmiera en la noche: ocho, diez, doce incluso. A medio día cerraba la tienda y volvía a su casa a almorzar. Comía muy frugalmente (desde que comenzó su embarazo comía muy bien en el desayuno, poco al almuerzo y sólo golosinas a la comida) y dormía una hora. Podía dormir más, pero se obligaba a despertarse ir a la tienda, no es que el negocio anduviera tan bien. Y al regresar, seis, siete de la noche, el cansancio la obligaba a recostarse un rato en el sofá y a dormir mientras veía el noticiero. A eso de las ocho, se despertaba como si fuera el comienzo del día, hacía lo que tuviera pendiente y se acostaba a leer, a ver alguna película hasta que, de nuevo, quería dormir otra vez. <span style=""> </span>Esta mañana, igual que ayer, le dolía un poco la cabeza. También las tetas. ¿Le habían crecido ya? No estaba segura. ¿Y la barriga? No. La barriga no. Aspiró y expiró dos veces. Nada; todo parecía estar en su lugar. Tenía que volver a trotar en las mañanas, y olvidarse del queso y las pelis hasta muy tarde en la noche. Había pensado salir a trotar esta mañana, pero no se sentía con fuerzas para hacerlo; además, se le había hecho tarde. No. Trotar no. Desayuno, sí. Huevos. Jamón. Galletas de avena. Muchas galletas de avena, y café. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">Dejó salir el agua de la ducha y, mientras calentaba, volvió al espejo. Se miró las orejas. Siempre había pensado tener las orejas grandes, por eso trataba de cubrirlas con el pelo. Se veía fatal pero se sentía peor. ¿Qué le pasaba? Algo le pesaba en la mitad del pecho, pero no sabía qué. ¿El trabajo? ¿Un par de encargos que no encontraba por ninguna parte? ¿Que iba a llover y había dejado su paraguas en el almacén? ¿O tal vez el hecho de que estaba embarazada e iba a casarse de un tipo que si bien la divertía y la hacía sentir cómoda y segura las más de las veces, no tenía ni idea si era lo que sus amigas llamaban “el hombre de su vida”? </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">El vapor de agua sobre el espejo le recordó a qué había entrado al baño. Decidió pues, que su inquietud era el resultado de un mal <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/12/el-sueo-de-angelita.html">sueño</a>, se cogió el pelo <span style=""> </span>con un gancho y entró a la ducha. </span></p> <div style="text-align: center;">***<br /><br /><div style="text-align: left;">Lea la siguiente entrada: <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2008/01/siete.html">SIETE</a>.<br /></div></div>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-217926927897946372007-12-29T20:49:00.000-08:002007-12-29T20:50:24.799-08:00(El sueño de Angelita)<div style="text-align: center;">I. <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/12/el-sueo.html">El sueño</a><br /><br />II. <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/12/el-miedo_29.html">El miedo</a><br /><br />III. <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/12/la-guerra-al-fin.html">La guerra al fin</a><br /></div>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-38176780836747053932007-12-29T20:32:00.001-08:002007-12-29T20:59:08.396-08:00El sueño de Angelita, III<p class="MsoBlockText" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm; text-align: center; font-family: arial;" align="center">III. LA GUERRA AL FIN<br /></p><p class="MsoBlockText" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm; text-align: center; font-family: arial;" align="center"><br /><b style=""><o:p></o:p></b></p> <p class="MsoBlockText" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm; text-align: center; font-family: arial;" align="center"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoBlockText" style="margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 0cm; font-family: arial;">Al otro día, en vez de procurar evitarla o ignorarla, como había hecho hasta ahora, Angelita decidió esperar a que se cruzaran y optó por seguirla.</p><p class="MsoBlockText" style="margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 0cm; font-family: arial;"><br /><o:p></o:p></p> <p class="MsoBlockText" style="margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 0cm; font-family: arial;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoBlockText" style="margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 0cm; font-family: arial;">Lo usual. La mañana fría. Los libros bajo el brazo. La mirada al frente. Cruzar la puerta, el acto más valiente que puede emprenderse cotidianamente. ¿Y si no venía? <o:p></o:p></p> <p class="MsoBlockText" style="margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 0cm; font-family: arial;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoBlockText" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm; font-family: arial;">Nada: ahí estaba. Ahí venía. Traían un sombrero oscuro calado atrevidamente hasta los ojos, el pelo suelto sobre los hombros, un vestido entre azul y púrpura que les llegaba los tobillo, un collar de plata grueso hecho de muchas cadenas pequeñas —como el que podría llevar un guerrero después de haber dado muerte a muchos hombres en el campo de batalla— del que caía un pendiente que colgaba como un premio: un pez de plata también, arqueado en el esfuerzo de salir del agua, que blanqueaba más la mañana, un abrigo oscuro y unas botas de caña alta que Angelita vigilaba tercamente con los ojos. <o:p></o:p></p> <p class="MsoBlockText" style="margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 0cm; font-family: arial;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoBlockText" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm; font-family: arial;">No se escondió —hubiera sido un poco idiota—, solamente se cruzaron, esperó que ella pasara y con un giro de los talones se puso detrás de ella. Caminaron igual que todos los días. Tomaron un bus. Recorrieron la ciudad, una detrás de la otra, igual pero al revés. <o:p></o:p></p> <p class="MsoBlockText" style="margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 0cm; font-family: arial;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoBlockText" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm; font-family: arial;">Mirar su propia espalda: esa era una experiencia nueva. Notó su pelo desarreglado debajo de la coronilla: nunca había podido peinarse ahí. Lo arregló con la mano derecha, mientras que con la izquierda se acomodaba el sombrero. Caminó como si fuera su propia sombra: eso era algo que todos deberíamos probar en alguna ocasión.<o:p></o:p></p> <p class="MsoBlockText" style="margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 0cm; font-family: arial;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoBlockText" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm; font-family: arial;">Se vio trabajar en la tienda. Se vio almorzar. Se vio coquetear un poco con un hombre que entró buscando una película difícil de encontrar. Se vio dirigirse con paso resuelto al apartamento de Sandro, esperar a que éste le preparara algo de comer. También besarlo largo en la boca hasta tenerlo, sobre la alfombra, a sus pies; erguirse ante él, entre su rostro encendido y la chimenea, con las piernas un poco abiertas para que el hombre pudiera disfrutar dos segundos del ímpetu del fuego a través de la tela de su vestido. Se vio dejarlo dormido durante la madrugada y volver a su casa en un taxi silencioso que parecía conducido por un fantasma. <o:p></o:p></p> <p class="MsoBlockText" style="margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 0cm; font-family: arial;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoBlockText" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm; font-family: arial;">Esa noche llegó exhausta, ni siquiera encendió las luces, subió las escaleras y cayó, sola, sobre la cama, a esperar a que amaneciera. <o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right: -0.05pt;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX">Al otro día se levantó y, contrario a su costumbre, se quedó tumbada sobre la cama largo rato. ¿Qué era lo que le molestaba? No habían hecho más que seguir su rutina más o menos cotidiana, nada extraordinario había ocurrido. ¿Qué le molestaba, entonces? No era, estaba segura, la experiencia de la usurpación: es difícil sentir su espacio usurpado por ella misma: difícil pero posible. Pero no, no era eso. ¿Entonces?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right: -0.05pt;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX">Tres cosas sacó en claro Angelita:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 100pt; text-indent: -28pt;font-family:arial;"><!--[if !supportLists]--><span style="" lang="ES-MX"><span style="">1.<span style="font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal; font-size-adjust: none; font-stretch: normal;"> </span></span></span><!--[endif]--><span style="" lang="ES-MX">No era, a pesar de que se viera como tal, su propio rostro. No era su mirada. Ocultaba un fuego extraño en esos ojos afilados de amarillo: miraba como si reconociera todas sus debilidades de un solo golpe, como sólo se mira a un enemigo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 100pt; text-indent: -28pt;font-family:arial;"><!--[if !supportLists]--><span style="" lang="ES-MX"><span style="">2.<span style="font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal; font-size-adjust: none; font-stretch: normal;"> </span></span></span><!--[endif]--><span style="" lang="ES-MX">Había algo en su manera de caminar que la retaba. Era como si le estuviera diciendo siempre: “Ven; sígueme que nunca podrás alcanzarme”. ¿Quién se había creído? Y, <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 99.25pt; text-indent: -21.25pt;font-family:arial;"><!--[if !supportLists]--><span style="" lang="ES-MX"><span style="">3.<span style="font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal; font-size-adjust: none; font-stretch: normal;"> </span></span></span><!--[endif]--><span style="" lang="ES-MX">Había, definitivamente, algo en la manera de comportarse de ella que le molestaba profundamente. Una soltura que ella misma nunca había tenido, tal vez. Una profunda sensación de autonomía y de independencia que, a pesar de que siempre había deseado, nunca había obtenido del todo. Y ella sí lo tenía. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX">Entonces comprendió.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right: -0.05pt;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX">Como una autómata, se levantó de un golpe de la cama: sabía, sin saber por qué, qué tenía que hacer. Salió de la ducha en un par de minutos y se vistió con lo primero que encontró en el armario. Afuera, la mañana gris pesaba sobre las cabezas de todos, así que tomó un gorro de lana y una bufanda que colgaban inermes del perchero y se armó con ellos como quien se apresta para una batalla. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right: -0.05pt;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX">Esta vez no dudó al cruzar el umbral. Dio los dos pasos que la separaban de la calle con una seguridad que no le sorprendió. Avanzó por la acera y la vio venir. Quiero decir, se vieron venir: del otro lado, la mujer del gorro y la bufanda detuvo su camino para verla acercarse, como si esta vez fuera ella a quien le tocara esperar. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right: -0.05pt;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX">Una llovizna gris que comenzaba a asperjarlo todo les había ya humedecido el rostro cuando se encontraron una al frente de la otra. Después de mirarla a la cara como si se tratara de un espejo, alargó la mano sin ningún tipo de vacilación y apresó con la mano la figura del pez plateado que pendía del cuello de la otra. Después de mirar a la mujer una fracción de segundo a los ojos —intervalo durante el cual todo pareció detenerse a su alrededor—, trajo la mano hacia sí hasta que el cordón del que pendía la figura se reventó haciendo temblar el mundo. Lo acunó en su pecho, dio media vuelta sobre sus pies y regresó a su casa debajo de un chubasco que se desgajaba como si se hubiera contenido una eternidad. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right: -0.05pt;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX">Después de llegar a su casa, calada hasta los huesos por el agua y por el frío que te recorre hasta la médula y que te hace reconocer tu casa en tu casa, se metió entre la tina, tomó un baño de agua muy caliente y espuma, y durmió como una bendita exactamente hasta el otro día a la misma hora. Entonces se levantó con esa hermosa determinación recién estrenada, y salió de su casa con una maleta pequeña en la mano y el pez pendiente sobre el pecho. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right: -0.05pt;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX">Soñar, Angelita volvió a soñar, pero en los sueños acuáticos que tuvo de ahí en adelante era ella quien llevaba los remos y el timón. Y si bien volvió a enfrentarse con uno o dos monstruos, desde ese momento fue ella quien decidió cuáles eran los que estaban a su altura.<span style=""> </span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;font-family:arial;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm; text-align: center;font-family:arial;" align="center"><span style="" lang="ES-MX"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm; text-align: center;font-family:arial;" align="center"><span style="" lang="ES-MX">***<o:p></o:p></span></p>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-82530722847437133242007-12-29T20:30:00.001-08:002007-12-29T21:13:36.211-08:00El sueño de Angelita, II<div style="text-align: center;">II. EL MIEDO<br /><br /><span style="font-weight: bold;"></span></div> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX">Lo peor comenzó al otro día. Al salir en la mañana, desde el momento mismo en que Angelita cruzó la puerta, se dio cuenta de que el día estaba descompuesto. No era la primera vez, así que no se preocupó demasiado, pero sí siguió caminando con los libros bajo el brazo, con los sentidos todavía templados y temblando, y con la íntima seguridad de que era un hecho irrefutable el que no se debería vivir todos los días. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX">No había cruzado todavía la esquina después del parque cuando reconoció el problema: del otro lado del parque, subiendo desde la esquina del pino viejo, venía ella caminando. <i>Ella</i> misma. Suspiró. No es que la hubiera estado esperando ni nada parecido, pero de alguna manera el día malditamente descompuesto la tenía preparada para algo por el estilo. No se le doblaron las rodillas, pero la impresión logró desestabilizarla sobre su centro de gravedad. La miró mientras caminaba calle arriba como se mira a un viejo conocido que, sabemos, no nos va a saludar; traía la expresión distraída y taimada de quien no sabe qué ocurre. La odió por eso; se odió también, por supuesto. Suspiró otra vez y pasó de largo como si no pasara nada. El resto del día fue normal, si es que puede llamarse normal un día de mierda. A lo mejor sí se puede.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX">La noche siguiente la pesadilla no volvió, pero sí se repitió permanentemente, esa y las noches que vinieron, la extraña sensación de que, mientras dormía, yacía exánime sobre una lancha apenas mecida por el viento que rizaba el agua. También una angustia irrefrenable antes de que fuera vencida por el sueño. Y al otro día, el calambre en las piernas al salir a la calle, el temor de que al final del parque apareciera de nuevo ella subiendo por la calle bajo el pino, caminando inocente bajo el frío de la mañana. Al verla, al confirmar que era ella y no otra, sintió el relámpago en el estómago y el abismo bajo los pies que se niegan a dar el paso siguiente. El mismo fervor enajenado, la certeza del frío de la madrugada que sube ya sin resistencia por la médula. La horrible evidencia de que la pesadilla <i>es</i> la vida. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX">¿Qué puede decirse —o hacerse— en estos casos? Al cabo de varios días, el asunto se le convirtió en uno más de los anodinos tormentos cotidianos. Eso no quiere decir que no la molestara, que no postergara todo lo posible el momento de llegar a su cama, o el momento definitivo de cruzar el umbral de la puerta. Lo intentó todo: un chorro de whisky dentro de la leche antes de dormir; gotas de valeriana, cáscara de manzana... O salir más temprano en de su casa, usar la puerta del garaje, cambiar de ruta. Nada. No le quedaba más que procurar ignorar<i>se</i>, como un dolor que desaparece bajo los efectos paliativos de una aspirina. Como decidir no abrir el cajón donde guardas una vergüenza, pero por junto al cual se pasa de día o de noche y, sin mirar, se roza con una pierna, con una mano, con el pelo, como por accidente, y que al final no sabes si lo tocas para saber si se ha ido o para confirmar que todo se encuentra en su lugar. Otra linda evidencia de las pesadillas: no hacemos más que reconocernos en la confusión absurda de sus recovecos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX">Entonces decidió enfrentarla. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/12/la-guerra-al-fin.html"><span lang="ES-MX"><o:p> (Continúa)</o:p></span></a></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><span lang="ES-MX">***</span></p>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-1080973763617372942007-12-29T20:24:00.000-08:002007-12-29T20:56:55.339-08:00El sueño de Angelita, I<div style="text-align: center;">I. EL SUEÑO<br /></div><br /><p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX">Todo comenzó la noche en que Angelita devoraba con disfrutada angustia uno de sus fragmentos favoritos de <i>Moby Dick</i>. En él, Melville describía lo que ella consideraba la imagen misma del terror: la emocionante y casi sobrenatural aparición sobre la superficie del agua del imponente cachalote blanco: el mar omnipotente inflamándose sobre el lomo; el rugido de las olas que se levantan por el movimiento alrededor del frágil esquife de los cazadores, que parecía siempre a punto de partirse bajo el filo de los golpes del agua. Y atrás el <i>Pequod</i>, siguiendo a sus hombres desde la distancia como una gallina temerosa de la suerte de sus agitados polluelos.</span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX">Obsesionaba a Angelita la oscura referencia de que nadie, ni siquiera el espíritu de un muerto al encontrar al primer fantasma desconocido en el otro mundo, siente una emoción más fuerte y extraña que el hombre que rema por primera vez sobre el miedo: <i>neither of these can feel stranger and stronger emotions than man does, who for the first time</i> <i>finds himself pulling into the charmed, churned circle of the hunted sperm Whale</i>. Cerró el libro después de leer el final de la frase y con decisión apagó la lámpara de pie que la miraba desde el lado de su cama. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p>Un problema tenía Angelita, y era que no conseguía conciliar un sueño profundo después de leer más allá de que la lectura invitara a la somnolencia. A pesar de que el cansancio la agobiara, si había leído en la cama más de una hora antes de caer dormida, sus sueños solían repetir en forma de pesadillas escenas arbitrarias que repetían el ritmo de lo que fuera que estuviera leyendo. Esta noche su sueño inquieto fue obra del tejido infame del neurótico e hipocondríaco marinero que fue Herman Melville.<span style=""> </span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX">En el sueño, se mantenía la aterradora sensación de estar frágilmente sostenida por la madera sobre la superficie convulsa del agua mientras a sus pies emergía el asombroso lomo pardo de un pez desconocido que, sin embargo, ejerció una irrefrenable atracción sobre todos sus sentidos. Las manchas redondas y perfectas como las de una pantera le daban la apariencia de un felino, pero la certeza de una aleta que se abría desvergonzadamente como un abanico agitado por una mano de mujer ante sus ojos, entre amenazante y provocativa al mismo tiempo, mantenía en vilo todos sus sentidos. Una escena horrible y arrobadora que duró toda la noche: el lomo marrón, túrgido y brillante de los peces cuando giran y golpean con la cola, agitando el agua como una amenaza; las manchas que se abrían y se cerraban como ojos que la miraban desde la profundidad; el abanico arrogante y espinoso, abriéndose mil veces y una sola. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm;"><span style="" lang="ES-MX"><o:p> </o:p>¿Es que acaso no son encantadores los sueños?</span></p><p class="MsoNormal" style="margin: 6pt -0.05pt 0.0001pt 0cm; text-align: center;"><br /></p><div style="text-align: center;"><a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/12/el-miedo_29.html">(Continúa)</a><br /></div><div style="text-align: center;"><br />***</div>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-462325828568773952007-11-14T16:41:00.000-08:002008-01-13T16:56:34.558-08:00CINCO<p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">¿Cómo reprocharle nada a Sandro? Tenía toda la razón. La gente se embaraza a cada rato. ¿Y entonces? No encontraba, pues, ninguna justificación para tenerlo sentado en mi casa a las casi diez de la noche, mirando al techo y fumándose un cigarrillo que había jurado no encender. Ya. Me fui de frente.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">—Compadre, ¿quiere decirme qué tiene que ver tener un hijo con casarse?</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">Me miró como si estuviera mirando un cachorro de ornitorrinco. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">—No entiendo —insistí— su amante está embarazada…</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">—…No le diga así.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">—Vale. Su novia está embarazada. ¿Y qué? ¿Tiene que casarse? No veo por qué.<span style=""> </span></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">—¡Cómo por qué! Es lo que tengo que hacer. Es lo que un hombre tiene que hacer en estos casos. Y ya le dije, Tuco. No tengo veinte años. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">(Pausa) Siguió:</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">—Usted puede haber escogido esta vida, Tuco, pero no a todos tiene que servirnos, qué pena.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">Está bien. Ahí estaba el comentario. Era evidente que Sandro no pretendía decirlo de esa manera, pero fue así como lo dijo. Yo me quedé callado un segundo, como si estuviera asimilándolo (“Esta vida. Esta vida en la que la comodidad es la única religión y en la que el silencio es Dios. Esta vida en la que la inercia, más que una posición, es una propuesta vital, bla, bla, bla…” , todo lo que debería haber pensado de estar pensando algo). Una vez superada la pausa dramática, volví a lo mismo. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">—Y Angelita, ¿qué dijo? Porque me imagino que ya sabe que se va a casar. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">—Sí, sí sabe. Lo pensé mucho tiempo, Tuco, pasé un par de noches sin dormir, pensando qué decirle y cómo decírselo. Al final me decidí por un clásico. Reservé mesa en un restaurante carísimo, no le dije nada para que fuera una sorpresa. Compré una camisa y un anillo con un zafiro y un par de diamantes pequeños.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">—Linda la cosa. <span style="font-style: italic;">All the toys</span>, pero no fue un <i style="">clásico</i> lo que escogió, fue un <i style="">romántico</i>. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">—Esto es serio, Tuco, no se burle. Estoy haciéndolo lo mejor que puedo. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">−Ok…, ok… ¿Dónde fueron?</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">−Fuimos a <i style="">La cebolla roja</i>, camino a Guadalupe. La recogí a las ocho, media hora antes de la reservación. Ella estaba de negro con un enorme pendiente color jade y llevaba el pelo ondulado. Usted sabe cómo se ve Ángela cuando se peina así. Nos demoramos una eternidad. Estaba lloviendo y el puente de la Séptima con 127 para tomar la Circunvalar estaba imposible. Lo están arreglando otra vez. Por el camino, me contó que Juan, un amigo suyo, la había invitado a un matrimonio. Yo le pregunté, por decir algo, por qué, si el Juan éste sabe que somos novios, no me había invitado a mí también. Creo que el comentario no le hizo mucha gracia. ¿Sabe qué me dijo? Que no estábamos en posición de hacernos ese tipo de reclamos, o a algo así… Que cada invitación a un matrimonio es carísima, que el plato, que la champaña, que la torta enorme, que cada torta de matrimonio vale millones de pesos…yo no sé. ¡Estaba furiosa! Yo traté de defenderme, ¿me entiende? Le dije que no se trataba de eso, que no es que yo quisiera que me invitaran, tampoco, pero que ahora que éramos novios sus amigos tenían que aceptarlo, vernos como una pareja. Entonces me dio por ser completamente sincero y ahí fue donde la embarré. Le dije que lo que creía era que Juan estaba enamorado de ella, y que por eso no me tragaba. Es decir, que no me había invitado a su matrimonio por cagarse en mí porque yo estaba con ella. Se me salió. Es que el hombre evidentemente ve por los ojos de Angelita, Tuco, debería verlo. Es un pusilánime de esos que ama en silencio, que no se atreve a decir una palabra y opta por ser el mejor amigo. Ahí sí fue Troya. Angelita se puso furiosa y se quedó mirando por la ventana. Al rato, me dijo que cómo se me ocurría, que precisamente la invitación de Juan era<span style=""> </span>A-SU-MA-TRI-MO-NIO, no una fiesta para caerle a ella ni para desquitarse de mí, que nunca más volviera a decir una cosa de esas porque, o si no, no íbamos a poner estar juntos. Y que si iba a estar en esa actitud toda la noche, mejor no íbamos a comer ni nada. Y se quedó callada un buen rato. Toda la subida por la Circunvalar ella callada y yo con el anillo dentro del bolsillo. Aun al llegar no había logrado que me hablara otra vez. Le juré que entendía que yo había sobreestimado la cuestión, que en realidad no era para tanto, que seguramente lo de Juan era problema mío porque nunca me había acabado de caer bien, pero que como era tan linda, seguramente si yo fuera uno de sus amigos también me enamoraba de ella. Sólo entonces volvió a mirarme y pudimos entrar al restaurante cogidos de la mano.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">Ordenamos, comimos, pedimos dos ginebras y ta-taaaaaaan… saqué el anillo. Ella me miró con cara de niña, se le llenaron los ojos de lágrimas y me dijo que no tenía que hacer eso. “Hacer qué”, le dije yo. “Eso, casarte conmigo por<span style=""> </span>obligación.” “No es por obligación, claro que no es por obligación”, le dije, y la abracé. Ella se salió del abrazo y me dijo: “En serio, Sandro. Yo puedo hacerme cargo del niño. Y no estaría quitándote del medio. Serías el papá, estarías ahí siempre, todo lo que se te ocurra, pero casarnos no es la única opción. ¿Sabes qué? Inclusive prefiero que, si la razón por la que quieres que nos casemos es que yo estoy embarazada, mejor no nos casemos. En serio.” “No me has entendido –le contesté− Es porque quiero. No hay otra cosa que quiera hacer en este momento.” ¿“En serio”? “En serio. Te lo juro...” Me miró un rato, como midiéndome, y al final me sonrió con una mirada tan dulce que no le puedo contar. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">Sólo entonces lo del matrimonio fue un hecho, Tuco, pero si quiere que le diga la verdad, fue al revés de cómo esperaba. Puede sonar raro, pero a pesar de lo que esperaba fue como si…</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">−…Como si se quitara un peso de encima…</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">−¡Sí!, como si me quitara un peso de encima, ¡pero yo esperaba que fuera al contrario!</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">−Claro. En teoría, casarse implica un peso: el del compromiso, el de la responsabilidad de ser un hombre de familia, el de la monogamia, yo no sé…; pero acá el problema no era si casarse era pesado o liviano, sino que usted no tenía ni idea qué iba a hacer, qué quería hacer, eso era lo que no lo dejaba dormir. En cambio, al decidir que se casaba, más a allá de las dificultades o las maravillas que pueda tener el hacerlo, ya estaba tomada la decisión, y por lo tanto ya estaba solucionado el problema.<span style=""> </span></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">−Sí, el asunto puede ir por ese lado. Además, Angelita lo entiende perfectamente. ¿Sabe qué hizo después? Al otro día me mandó un video. Acá lo tengo. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">Sandro sacó la memoria del bolsillo, la conectamos al televisor y apareció Ángela en la pantalla, en un cuidadoso primer plano. Efectivamente, el negro, el jade y el pelo le iban de maravilla. Una pausa de dos segundos después de afinar la grabación y le explicó lo que le preocupaba al Sandro ausente, <span style=""> </span>a la cámara que debía ser Sandro. Y yo no era más que un <i style="">voyeurista </i>de lo más<i style=""> </i></span><span lang="ES-MX">común</span><span lang="ES-MX">. </span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 28.3pt 0.0001pt 35.45pt;"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span><i style=""><br /></i></span></p><p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 28.3pt 0.0001pt 35.45pt;"><span lang="ES-MX"><i style="">Sandro: Sí, me caso contigo. Voy a ser tu esposa. Pero no quiero echarlo a perder. Quiero una relación, no un matrimonio. Por lo menos no un matrimonio como el que tuvieron mi papá y mi mamá, que se casaron, casi estoy segura, porque nació mi hermano mayor. Yo no quiero eso. No quiero terminar olvidándome de mí por tener un hijo y un marido. <o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 28.3pt 0.0001pt 35.45pt;"><i style=""><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 28.3pt 0.0001pt 35.45pt;"><i style=""><span lang="ES-MX"><br /></span></i></p><p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 28.3pt 0.0001pt 35.45pt;"><i style=""><span lang="ES-MX">¿Sabes qué creo? Que muchos matrimonios no funcionan por culpa del cine y de la televisión, que siempre crean imágenes del amor perfecto. Lo veo todo el día: la atracción perfecta, el sexo perfecto, la felicidad perfecta. Raras las películas que no. Fantasías. Alucinaciones. Crecimos idealizando esas fantasías y nos comimos el cuento de que las cosas deben ser suaves y que tienen que darse sin mayor trabajo. ¡Pienso que es la mentira más grande que como generación nos hemos creído! <o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 28.3pt 0.0001pt 35.45pt;"><i style=""><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 28.3pt 0.0001pt 35.45pt;"><i style=""><span lang="ES-MX"><br /></span></i></p><p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 28.3pt 0.0001pt 35.45pt;"><i style=""><span lang="ES-MX">Nadie hace dinero sin trabajar duro, a menos de que sea muy de buenas o muy inescrupuloso; nadie se gradúa de profesional sin haberse sacrificado, sufrido, cedido. Entonces, ¿por qué nos empeñamos en que el amor ha de ser diferente? ¿Por qué nos empeñamos en pensar que todo tiene que ser gozo y debe fluir suavemente, sin mayor esfuerzo? El amor requiere sacrificios, tiempo, libertad, trabajo duro, esfuerzo, sueños… <o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 28.3pt 0.0001pt 35.45pt;"><i style=""><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 28.3pt 0.0001pt 35.45pt;"><i style=""><span lang="ES-MX"><br /></span></i></p><p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 28.3pt 0.0001pt 35.45pt;"><i style=""><span lang="ES-MX">Queremos llevar una vida de solteros absolutamente narcisista después de casados: ¡error! Queremos que la pasión se mantenga intacta con los años: ¡error! Queremos que el dinero nos alcance para la vida ya para la rumba diaria: ¡error! Queremos tomar decisiones independientes, sin contar con lo que el otro quiere: ¡error! Queremos que no nos salgan arrugas, queremos que a la mujer no se le caigan las tetas después de tener chinos, que al hombre no le salga barriga con los años y que le sigamos pareciendo igual de atractivas que el primer día, que los niños no berreen ni den lata, que el apartamento tenga todo último modelo, todo eso y en paquete. Unas ideas estúpidas sacadas del cine, del marketing, de lo que se supone “debe ser”. Nos hemos dejado adoctrinar más por las imágenes que por la Iglesia, y nos ufanamos criticando cómo los curas nos han querido lavar el cerebro, cuando otros nos lo lavaron y nos generaron más conflictos para la vida con sus ideas de pantalla. <o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 28.3pt 0.0001pt 35.45pt;"><i style=""><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 28.3pt 0.0001pt 35.45pt;"><i style=""><span lang="ES-MX"><br /></span></i></p><p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 28.3pt 0.0001pt 35.45pt;"><i style=""><span lang="ES-MX">Me da mucha tristeza ver cómo nos hemos vuelto de exigentes, egoístas e incapaces de dar más de lo que recibimos. ¿Cómo esperar que un matrimonio funcione de esa manera? Yo me caso con usted porque le creo, Sandro. Pero no me decepcione. <o:p></o:p></span></i></p> <p style="text-align: center;" class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span><i style="">Soy</i> <i style="">Su Esposa.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style=""> </span></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><br /></span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">La pantalla se fue a negro y nos quedamos los dos callados otro rato. Ahí fui yo el que prendió el cigarrillo. </span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><br />Sandro,<span style=""> </span>hermano: ahora sí se la pusieron difícil. </span></p> <div style="text-align: center;"><br />***<br /><br /><div style="text-align: left;">Lea la siguiente entrada: <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2008/01/seis.html">SEIS</a><br /></div></div>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-76922488706272793042007-11-05T15:21:00.000-08:002007-11-14T17:57:16.800-08:00(ESPOSAS)Una esposa, un esposo, es el resultado de un rito por el cual un cónyuge se ofrenda al otro. Una esposa, un esposo, es una garantía, una certeza, una promesa hecha a solemnidad cuando la inercia del mundo parece tender al desorden y al desequilibrio. Un ancla. Un mástil. Una esperanza en medio del caos. Nada más admirable. Pocas cosas más sospechosas.<br /><br />Curiosidades del diccionario. Un hombre y una mujer contraen matrimonio. Él, conduce a una mujer: se casa. Ella, adquiere la condición de hacerse, legalmente, madre: de ahí lo de matrimonio. Idea ésta difundida con mucho éxito desde los púlpitos —los altos y los comunes— de, en general, las vicarías de todos los cultos monoteístas.<br /><br /><div style="text-align: center;">***<br /><div style="text-align: left;"><br />Vuelva a <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/11/cuatro.html">CUATRO</a>.<br /></div></div>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-56781224193967840712007-11-05T15:13:00.000-08:002009-11-17T15:50:40.485-08:00CUATRO¿Cuáles son los resortes que mueven a un hombre? ¿Qué es lo que de repente lo lleva a tomar decisiones, acertadas o totalmente descabelladas? Una mañana estamos ahí, tranquilos espectadores, haciendo parte del mundo y ¡zas!: decidimos. Actuamos. Invadimos. Nos retiramos. ¿De dónde viene esa fuerza? ¿Cuál es su extraña naturaleza? Están los crédulos: “Yo sé. Yo quiero. Yo puedo”. Están los entusiastas: "¡Ahora o nunca!" Para ellos es cuestión de ritmo, saber cuál es el momento justo de entrar al lazo. Y están los escépticos, para quienes no hay más que aburrimiento: “¿Por qué no ahora? ¿Por qué siempre? ¿Por qué todavía?”<br /><br />Sandro no era ninguno de lo tres. Ya dije que era profesor. ¿Y entonces? Nada. Era un hombre promedio tratando de sobrevivir como mejor podía. Un hijo de su tiempo, como quien dice.<br /><br />Con lo del bebé…, esa era la clave del asunto. Ya estaba claro, el problema no era el matrimonio, era tener una amante embarazada. O un hijo en proceso. Es diferente tener una novia, pensar en vivir con ella y que el matrimonio venga a cuentas: “Ya sabes, mis papás” “Pero si no es tan complicado, vamos a un juzgado y ya.” “¿Cómo me vas a presentar a tus amigos: «ésta es la guacha con la que vivo»? No señoooor” “Si estamos bien, ¿por qué te da tanto miedo dar ese paso? Claro: es tu eterno pavor a comprometerte”. “Sí, vamos a firmar unos papeles, pero todo va a seguir igual entre nosotros.”<br /><br />Pero el matrimonio, la idea del matrimonio, siempre hay que tomársela muy en serio. Recuerdo a Irene. Encantadora, compleja y ardua: tuve que perseguirla durante más de un año para que accediera a tomarse un café conmigo, y lo logré de la única manera que no había intentado: dejando las cosas en sus manos. Irene era —es todavía, supongo— fría como solamente pueden ser las mujeres cuando están seguras de que pueden estallar a su gusto, como granadas que han dejado caer el seguro. Fotógrafa y publicista, poco menos de treinta y cinco, era talentosa, independiente, inteligente, terca y ambiciosa, y su buen ojo, su infalible ojo de sabueso, contrastaba con su particular dificultad para decir, para hablar o para escribir. “La elocuencia del fotógrafo”, solía decirle para atormentarla. Fue en algún momento entre mi primer y mi segundo matrimonio. Llevábamos viéndonos como dos años, y de hecho estábamos viviendo juntos algo así como diez meses. Nos llevábamos muy bien, ella se iba y yo la esperaba; el apartamento sin ella era la inminencia de su regreso. No necesitábamos de hablar mucho para entendernos, y su palabra era la verdad para mí, la claridad, el mundo hecho certeza. Un día surgió el tema. Era un domingo por la mañana, estábamos viendo una película —repetíamos por enésima vez <a href="http://www.imdb.com/title/tt0338013/"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"><em>Eternal Sunshine of the Spotless Mind</em></span></a>— y se me ocurrió preguntarle cuándo regresaba de su próximo viaje. Irene solía estar fuera de Bogotá dos o tres días a la semana pues debía estar constantemente solucionando los problemas que superaban las capacidades de sus esclavitos en Miami o Cartagena. “No sé —me contestó—. El martes o el miércoles, pero de cualquier manera, no creo que llegue acá.” La respuesta me sorprendió, pero preferí ver qué seguía. Supongo que mi silencio y mi dedo congelado sobre el control remoto la obligaron a dar una explicación. “Sí, es que no tengo aquí casi ropa. Tengo que pasar por el apartamento; además, hace rato no veo a mi hermana.” Irene se había establecido con su hermana seis años atrás, desde que llegara de estudiar de nueva York. No eran almas gemelas, pero sí tenían una buena relación y ninguna de las dos estaba mucho en la casa; además, Irene, que hacía buen dinero cada mes, le ayudaba a mantener la casa a Carolina, artista y sacerdotisa Nueva Era que no siempre tenía con qué pagar la renta. No es que me sorprendiera su decisión de pasar unos días con su hermana, no tenía nada de raro, pero algo en el tono de su respuesta y en la pesada atmósfera que se tomó la película, el cuarto y el apartamento, me hizo sospechar. Era extraño, pero ella, que nunca se disculpaba, había soltado una frase que sonaba a disculpa; era como si me estuviera castigando, y yo no sabía por qué. Detuve la película y me recosté sobre el codo derecho de tal manera que quedé mirándola con cara de “Ajá…”. Ella, sin siquiera mirarme, tomó de mi mano el control remoto, volvió a dar inicio a la película y remató con un magistral: “Además, yo ya no sé cuál es mi casa, y eso me trae un poco jodida”. Touché. Yo quedé de una pieza, tan sorprendido que perdí la capacidad de hablar, de pensar, de oír y de ver por un buen rato. Jim Carrey y Kate Winslet peroraron sin sentido un rato más, no sé cuanto, hasta que todo acabó. Ya sé. Ya sé que era el peor momento para quedarse callado. Ya sé, ahora lo sé y tal vez entonces también, que un silencio de mi parte justo en ese momento equivalía a avalar sus dudas, a confirmar sus peores sospechas. ¿Qué puedo decir? En momentos como ese quedo mudo. No porque no sepa qué decir, eso es lo más fácil: “¿A qué te refieres? Ésta es tu casa. Tu casa es donde yo me encuentre, ¿Qué te hace dudar de ello?” Y seguir la pita: pregunta, silencio, pregunta, monosílabo, pregunta, respuesta a medias, beso, pregunta, diálogo… Pero por alguna razón sentí que no era el momento. No sé, tal vez los dos sabíamos más de lo que éramos capaces de decir o de pensar. Además, estamos hablando de Irene, la elocuente Irene, quien solo abre la boca cuando el asunto está cocinado, así que era muy probable que la sentencia sólo fuera un síntoma de un asunto denso y largamente enrollado en su cabeza, por lo que seguramente ya había decisiones al respecto, solo que yo las ignoraba. Al poco tiempo, después de un viaje particularmente largo en el que no hablamos ni siquiera por teléfono, regresó en la camioneta de su hermano, me invitó civilizada y fríamente a almorzar y allí, mientras un mesero traía dos jugos de mandarina me dijo, como si se le escapara: “Hace unos meses te hablé de casarnos. Tú sabes que a mí no me importa gran cosa la fiesta o la ceremonia, pero sabes cómo es mi familia, especialmente mi abuela. Y tú te lo tomaste a broma. Entonces supe que lo nuestro no iba a prosperar.” ¡A prosperar! ¡Usó justo esa palabra! Escasamente recuerdo el incidente. Yo había por fin firmado los papeles de mi primer divorcio y hablábamos acerca del matrimonio. Y claro que me lo había tomado a risa: yo, estimulado por haber obtenido el divorcio después de muchas dificultades, y amparado en el pobre papel de marido que había desempeñado en mi matrimonio, bromeaba, un poco cínico, un poco obtuso, acerca de la condición de <em><a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/11/esposas.html">esposas</a> </em>de ciertas mujeres y de mi miedo cerval de volverme a encontrar con una de ellas en la vida. Irene, en cambio oía. Oía y tomaba nota atenta de cada palabra que yo decía. Eso fue todo. Después del jugoso almuerzo, llegamos al apartamento y sin decir mucho más, y recogió todo lo que consideraba suyo. Debo decir que yo mismo le ayudé a empacar. En silencio, nos despedimos como cómplices. Cómplices en la frustración, en la desilusión, en la soledad y en el egoísmo. Desde entonces no hemos vuelto a hablar. Es como decía, la idea del matrimonio hay que tomársela muy en serio.<br /><br />Pero estaba el hijo, y un hijo es otra cosa. Un hijo es el único problema filosófico verdaderamente serio.<br /><br /><br /><div align="center">***<br /><br /><div style="text-align: left;">Lea la siguiente entrada: <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/11/cinco.html">CINCO</a>. </div></div>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-28623758816584274442007-10-30T18:35:00.001-07:002009-11-17T15:41:59.781-08:00(ANGELITA)<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;" lang="ES-MX">Angelita es muy blanca y tiene el pelo oscuro, casi negro. Más delgada que voluptuosa, tiene sin embargo el cuerpo perfectamente dibujado. Sus redondeces son redondas y sus larguras, largas. Se eleva lo que se debe elevar, y cae lo que debe caer. Como su pelo, que lleva largo sobre los hombros las más de las veces, perfectamente cepillado para que brille como si acabara de salir del huevo. O sus piernas, que se extienden diáfanas desde un culo discreto pero rotundo, hasta la tierra firme. Como si fuera poco, tiene un encantador lunar, discreto pero muy definido, en el nacimiento de la teta izquierda, al occidente del corazón. Sandro no puede dejar de verlo cuando visita la tienda. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.45pt; line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;" lang="ES-MX">Angelita casi siempre lleva accesorios —bufandas, abrigos, botas, sombreros, pendientes— que le dan un carácter un poco más conspicuo que el de quienes la rodean, otras mujeres casi siempre, y que la hacen la favorita de los ojos. Los de los hombres y los de las mujeres, quienes la odian o la aman. La odian porque ellas no pueden verse como un Modigliani cuando se desnudan, o la aman porque reconocen finalmente la candidez que habita cada uno de sus gestos y de sus intenciones.<span style="font-size:0pt;"> </span><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.45pt; line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;" lang="ES-MX">Efectivamente, no tenía novio cuando conoció a Sandro. Pero la noche de su cumpleaños sí iba a estar acompañada. Tenía una cita con su último amante, que la dejó plantada a última hora y por última vez por tener algún compromiso con su esposa. Y es que así fueron hasta Sandro la mayoría de hombres de Angelita: comprometidos con otra mujer. Su particular atractivo siempre fue un imán para tipos que estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por ella, pero sólo hasta que timbrara su celular. Luis Eduardo, el último, tenía planeada una noche de comida y baile para el cumpleaños de Angelita —en eso también había sido sincero—, incluso dos días en un lujoso y discreto hotel cerca de Bogotá, pero su mujer tuvo que regresar un par de días antes de su viaje de negocios y al carajo los planes para la celebración del cumpleaños. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.45pt; line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;" lang="ES-MX">Angelita pasa muchas horas detrás del mostrador de su tienda de video: recibe a los clientes —todos ya asiduos y bien conocidos en sus particularidades y en sus gustos— que vienen a cargar sus memorias con las últimas colecciones de películas, nuevas y viejas, para llegar más tarde a sus casa reproducirlas en sus sistemas de video. Se trata de un trabajo sencillo que Angelita ha aprendido a desempeñar con precisión y algo de calidez sin esforzarse demasiado. Atiende, además, las tres mesas y la greca que completan el negocio, que cada vez parece funcionar mejor gracias al completo surtido del lugar y del cumplido servicio de domicilios con el que malcría a sus clientes. Le gusta acostarse tarde y levantarse temprano, hace los números cumplidamente antes de abrir en la mañana, y cuida con esmero el acuario –pasatiempo heredado de su padre— que adorna una de las paredes del local.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;" lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span><o:p></o:p></span></p><div style="text-align: center;">***<br /><br /></div>Vuelva a <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/10/tres.html">TRES</a>.Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-84564392146542208122007-10-30T18:26:00.001-07:002009-11-17T15:46:13.001-08:00TRES<p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">Después de un rato me senté yo también. No al frente, como acostumbro, en mi sillón de cuero y orejas viejo como yo, sino en el sofá, al lado de Sandro, y en silencio. Saqué un cigarrillo de la caja que permanece, a medio llenar, siempre, sobre la mesa en la esquina de la sala. No tenía intención de prenderlo, lo saqué solamente para amargarle la vida, para ponerlo en evidencia. Pero no funcionó. Sandro no dijo nada, ni siquiera lo miró. Seguía mirando la nada. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Me di cuenta de que ya es hora de sentar cabeza, Tuco. Eso es todo. Llevo muchos años mamando gallo, hermano, y ya no tengo veinte años. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Y eso, ¿qué quiere decir?</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Usted sabe, Tuco…</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—No, no sé. A propósito ¿quién será la inmolada?</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—<a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/10/angelita.html">Angelita</a>. Usted la conoce…</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—…¿Angelita? ¿Cuál Ángela?</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Hombre, Ángela, la de la tienda de video, ¿se acuerda?</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Ah… <i>Esa</i> Ángela …<i>no offense</i>… Lo que pasa es que me coge un poco con sorpresa. ¿En serio se va a casar con Angelita? Ni siquiera sabía que salieran….</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Sí, salimos hace tiempo. Ya hace casi un año. Bueno. No salíamos-<i>salíamos</i>… En realidad nos estamos acostando hace como diez meses. ¿Se acuerda que un día nos invitó a una fiesta de cumpleaños? Yo sí fui. Como usted poco sale… Bueno, ése día comenzamos. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—…A tener amores. Así decía mi mamá. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—¿La señora Pilar decía eso?<span style="font-size:0pt;"> </span>Yo no sé si amores. Pero sí a acostarnos. Nos fuimos de bares. Salimos inicialmente con un grupo de los amigos que dijo que nos iba a presentar, ¿no se acuerda? Al principio yo fui más por aburrimiento que por otra cosa. No tenía nada que hacer. Angelita me gustaba, pero no sé… no parecía que yo fuera su tipo. Ella siempre tan seria, como distante, como si permanentemente estuviera pensando en otra cosa. Yo imaginaba que tenía un novio importantísimo, churrísimo y forrado con un trabajo serísimo en alguna multinacional, algo así, pero nada de novio. Resultó una mujer de lo más sola, y callada. Por el camino los amigos se fueron perdiendo y al final quedamos ella, una pareja jarta que estaba en lo suyo, y yo. Decidimos ir a parar a un lugar de salsa en la 82, de esos donde incluso yo bajaba el promedio de edad, ¿se ubica?</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—¿Salomé? ¿Salsa Camará?</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Huy… el viejito se acuerda…. La del man éste que no parece paisa…: a Salomé fuimos a dar, precisamente. Después de dos tragos de ron y de bailar muy poco, los amigos se fueron y nosotros quedamos como como dos náufragos. Y bueno, comenzamos a hablar. Su papá murió hace unos años y la mamá vive en Miami con el hermano. Es un vendedor de Finca Raíz o algo así. Ángela, que siempre ha sido fanática del cine, se asoció con un amigo y tienen tres tiendas de video en Bogotá. No se están haciendo millonarios, pero ahí van. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>Sandro me quitó el cigarrillo de la mano, comenzó a jugar con él y siguió, imperturbable.</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Al rato estábamos bailando delicioso…</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>Yo no sabía que Sandro bailara. Mucho menos que podía llegar a bailar <i>delicioso</i> con una cuasi desconocida… Supongo que es inevitable subestimar a aquéllos que conocemos hace tiempo. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—…Acabamos la botella y nos fuimos para su apartamento. Tiene un apartamento muy bonito en Cedritos, abajo de la Séptima con 152, prendimos la chimenea y pasamos la noche allá. No se imagine mal. Nos quedamos hablando. No fui capaz ni siquiera de darle un beso. A ver le explico… Yo estaba cagado. A esa altura de la noche ya me gustaba una cantidad. No por el trago, no era eso. No sé, no hablaba de esa manera con ninguna mujer desde hacía rato. Era como si estuviéramos en un lugar seguro, cerrado para cualquier otra persona. No se ría.</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—No me río. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Al amanecer, desayunamos y, nada, me fui para mi casa. No volvimos a vernos en una semana. Cambiamos un par de correos y ya. A las dos semanas volvimos a salir y ocurrió algo muy parecido. A la siguiente, fuimos directo a su casa, nos tomamos media botella de ginebra y esta vez sí terminamos en su cama… de la cual salí, cosa curiosa, antes del amanecer. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Cosa curiosa. ¿Por qué? No entiendo.</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—No sé, Tuco, no sé. Creo que hay mujeres con las que uno se acuesta, y otras con las que uno se levanta. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Sandro… ¿estamos hablando de la mujer con la que se va a casar?</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Sí, Tuco. Acuérdese que eso fue hace meses. Poco a poco comenzamos a salir más…</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Sí… tanto que no me había contado nada. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Es lo que le decía, Tuco. Era una relación solamente de los dos. Nunca nos hemos visto con nadie más, no salimos con los amigos, ni siquiera nos vemos todos los días… </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—…Y ahora se van a casar…</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">—Mire, es un problema de economía —Sandro se puso finalmente el cigarrillo en la boca, en la comisura para poder seguir hablando, sacó del bolsillo de la chaqueta un encendedor, la herramienta por excelencia del ex fumador, y siguió. —Yo no gano cantidades, ella tampoco. Si nos vamos para su apartamento, que es más grande, podemos ahorrar lo suficiente.<span style="font-size:0pt;"> </span>Además, ahora con lo del bebé…</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—¡Con lo del bebé! ¡Huevón, hubiera comenzado por ahí!</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—No le ponga tanta tiza, Tuco. La gente se embaraza todos los días. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>Sandro tomó el cigarrillo con los dedos, lo tacó sobre la pulsera de su reloj, lo encendió y le dio una chupada larga. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Tres días y un pedazo. Es un nuevo record —dijo, mientras botaba el humo por la nariz.</span></p><p class="MsoNormal"><br /></p><div style="text-align: center;">***</div><div style="text-align: center;"></div><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p>Lea la siguiente entrada: <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/11/cuatro.html">CUATRO</a>.</o:p></span></p>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-18164655369822432072007-10-30T18:10:00.000-07:002009-11-17T15:54:11.642-08:00DOS<p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">No es que tenga nada contra el matrimonio. Yo mismo estuve casado dos veces. Tres, si contamos la dulce convivencia con Mariana, quien después de vivir juntos durante cinco largos años me abandonó para casarse con su amigo de toda la vida… no sé si sea relevante contar que inmediatamente quedó embarazada; ella, que siempre había jurado no querer tener hijo. En fin. No creo que el matrimonio sea en sí mismo un problema, lo que ocurre es que hay más parejas contrayendo matrimonio todos los días de las que deberían. Estamos todavía convencidos de que el amor y el matrimonio deben ser la misma cosa. Demasiada televisión, qué le vamos a hacer.</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span><span style="font-size:0pt;"></span><span style="font-size:0pt;"></span>¿Y Sandro? Bueno, Sandro está un poco loco, pero no es para que se tome el asunto tan a la ligera. Tiene 35 años mal vividos, se está quedando calvo desde la coronilla e insiste en dejarse crecer el pelo, fuma como si no hubiera mañana y tiene verdaderamente poca experiencia con las mujeres. Lo conozco hace poco más de diez años, fui su profesor en la universidad y en algún cierre de semestre terminamos, borrachos, hablando más de la cuenta con una estudiante, compañera de él, que nos encantaba a los dos. Hicimos —nosotros, casanovas de medio litro de cerveza— gala de nuestras habilidades oratorias hasta que ella, aburrida, decidió irse con un paisita de Ingeniería que la sacó a bailar. Tal vez desde esa tarde nos unió una especie de solidaridad ante el fracaso, o simplemente descubrimos que nos parecíamos más de lo que creíamos, el hecho fue que nos hicimos los amigos que somos aún hoy. No nos vemos todos los días, ya dije que él sigue activo, tiene sus horarios, sus responsabilidades, qué se yo, pero procuramos estar en contacto por lo menos dos veces a la semana, a través de Messenger o de Facebook. Y de vez en cuando aparece inesperadamente ante mi puerta. Hay veces el trago lo trae él, otras, soy yo el que lo saca de la alacena. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>Todas las historias de Sandro eran parecidas a ésta. Sandro habla mucho y no hace nada. Bueno, fuma. Sandro fuma en vez de hacer. Es posible que por eso resultara él también un profesor. Una vez, me estuvo prometiendo durante más de un mes que me iba a presentar a “unnnumerito”. Así se refiere a sus hipotéticas conquistas: son “unosnnumeritos”.</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—Hermano. Tenemos que salir. Tengo que presentarle “unnnumerito”.</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">—No me joda, hermano. Usted sabe que mí no me gusta salir. Que la ciudad me produce pavor. Que solamente me siento seguro entre mi casa. Además, estoy por creer que todas sus amigas son fantasmas, o amigas imaginarias. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0pt;"></span>—No se ponga así, Tuco, no sea cansón. Esta vez sí es la propia. Con esta me caso y tengo hijos. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">Esa noche logró que yo me vistiera, que saliera de mi casa después de las seis de la tarde, que fuera hasta uno de los enigmáticos bancos móviles que circulan por la ciudad, que circuláramos de bar en bar hasta que llegamos al sitio y a la hora convenidos y que usara una de esas pepas para disfrutar en medio del caos de la gente que se mueve frenéticamente, de la música multiplicada por cientos de bocinas ubicadas en los postes del alumbrado urbano. Toda la jugada. Al final llegó el personaje. No recuerdo cómo se llamaba. Una jovencita de pelo cortísimo. Casi una niña. Atractiva, sí, con ese atractivo hermafrodita que le encanta a Sandro. Muy delgada, como esas niñas que deambulan por la ciudad, dormidas por falta de comida pero excitadas por el exceso de estimulantes, y mirada de “soy huérfana, el mundo me ha dolido más que a ti, y qué”, casi un muchacho herido que acabara de llegar de la guerra. Se acercó, nos saludó, dio a Sandro un abrazo cálido, como si se conocieran hace años, habló con él un rato y se rio sincera de sus hasta que su celular sonó y brilló con diez luces. Anónima, corrió a encontrarse con otro muchachito igual a ella que la esperaba en una motocicleta 50 c.c. parqueada descuidadamente sobre la acera. Sandro vio cómo se iba, se volvió hacia donde estábamos y no volvió a tocar el tema. Así es Sandro. Puro corazón. Y ahora quiere casarse.</span></p><div style="text-align: center;">***<br /></div><div style="text-align: justify;"> </div><div style="text-align: justify;">Lea la siguiente entrada: <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/10/tres.html">TRES</a>.</div>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8784424227854936110.post-34664916558262765282007-10-30T17:56:00.000-07:002007-11-11T16:15:17.951-08:00UNO<p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">El timbre sonó cuando yo me había ya acostado. Me puse un saco de sudadera y las pantuflas y, precedido por el gato, bajé las escaleras para saber de quién se trataba. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0;"></span>—Quiéeen…</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">—Soy yo. Abra la puerta, Tuco.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">Desde que lo vi supe que había pasado algo. No es que fuera una costumbre que Sandro llegara a mi casa cuando ya me había metido en la cama. De hecho, dado que desde<span style="font-size:0;"> </span>hace ya años tengo la costumbre de acostarme temprano, es bastante probable que cuando uno de mis amigos activos aparezca yo tenga que medio vestirme para bajar en medio del frío y abrir la puerta. No es que llegara herido o visiblemente molesto por algo. Nada, simplemente estaba ahí, después de las nueve de la noche, parado, seco, en frente de mi puerta, esperando que lo hiciera seguir, con cara de “Óigame un rato”.</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0;"></span>—¿Ya estaba acostado? Qué pena.</span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0;"></span>—Jar jar. Qué le pasó…, viene con cara de problema. </span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX"><span style="font-size:0;"></span>Sandro franqueó la puerta tan pronto como yo me retiré del umbral y dio los tres pasos que lo separaban del sofá como si se le hubiera caído algo. Al final, el que se dejó caer fue él. Así nada más. Después de hacerme a un lado, me puse lúcido y sólo me quedé ahí, cara de palo y en silencio. Él, aún en silencio, después de un rato de quietud y mirada en el vacío, esa mirada de “mierda, y ahora qué”, quitó al gato con una mano, se llevó las dos a la nuca y clavó los ojos en el techo. Más de lo mismo. Sólo faltaba que prendiera un cigarrillo. Se lo ofrecí. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">—No, Tuco, gracias. ¿Sabe que ya no fumo?</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">—Y eso desde cuándo... la última vez que nos vimos no solamente se tomó hasta el agua del florero sino que además prendía cada cigarro antes de apagar el anterior…</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">—Ah, eso era antes —soltó, como si la cosa estuviera muy clara, y me dejó caer una mirada <span style="font-size:0;"> </span>obvia.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">—Antes de qué, huevón, ¿usted en qué anda?</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">—Tuco, hermano… —hizo una pausa y me miró fijo: me voy a casar.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"> </p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;" align="center">***</p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"> </p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Lea la siguiente entrada: <a href="http://unatelenovela.blogspot.com/2007/10/dos.html">DOS</a>.</p>Javier H. Murillo, javierhmurillo@yahoo.comhttp://www.blogger.com/profile/00680674360117784276noreply@blogger.com1